Economía de mercado ha existido desde muy antiguo en la historia de la humanidad, a partir del momento en que comenzó el trueque o se puso a circular algún bien como moneda. Productores y comerciantes han existido también desde etapas muy antiguas de la prehistoria. Sin embargo, la interpretación que se hace desde el pensamiento económico liberal de este heceho ancestral y profundamente antropológico es fruto de una "ideología" muy determinada que hunde susraíces en ese peculiar modo de pensamiento que constituye lo que se ha dado en llamar la 'mente moderna' (modern mind).
La vida y la actividad económica de los hombres es susceptible de ser afrontada desde muy diversas perspectivas y con muy variadas actitudes. Depende de las personas y de sus fines e intenciones, de sus mentalidades y valores. Lo que para uno es una operación financiera de "alto nivel" para otro puede ser caer en la usura. Lo que unos pueden valorar como aprovechamiento de oportunidades de negocio de alta rentabilidad, para otros puede significar simplemente especulación. La idea de buscar un modelo determinado de agente económico racional, típica de la teoría económica moderna, hace ya algunos años que se ha revelado inviable. La 'economía positiva' ha idolatrado el 'modelo' de la competencia perfecta y ha exaltado la competitividad empresarial como un valor supremo. Este reduccionismo ideológico heredado de Smith, Ricardo y en general de la teoría económica inspirada en el liberalismo ilustrado constituye según Galbraith una forma demística o devotio moderna que consiste en la 'mística del mercado'. "La retórica de los paises capitalistas ricos alaba con entusiasmo el mercado libre de trabas y restricciones, se le hacen reverencias en todo el mundo industrial y es cierto que no ha muerto. Pero la realidad moderna es una huida en masa de su impredecibilidad. Detrás de las actuales angustias de los países industrializados están los problemas (no resueltos y en gran medida ni siquiera encarados) de un mundo de grandes corporaciones. La devoción extrema a la mística del mercado lleva a negar que las grandes compañías transnacionales lo han cambiado todo. Por lo tanto, las políticas de los gobiernos se mantienen atrapadas en una etapa anterior del proceso histórico".
La idea de una economía de mercado regulada y arbitrada en un marco político de defensa del bienestar nunca había alcanzado un grado de consenso y aceptación como el actual. Esta fórmula intermedia encuentra no obstante problemas en el plano teórico y cultural para ser justificada por las mentalidades que pugnan en la defensa del liberalismo o el socialismo, para encajar entre los principios de seguridad o libertad y también entre los del capital y el trabajo. Este planteamiento dialéctico quedó solucionado por la Economía Social de Mercado (ESM) llevada a la práctica por Ludwig Erhard, vigente todavía en Alemania como marco constitucional de toda la política económica. Las ideas de Erdhard estaban fuertemente influidas por el ordoliberalismo, una escuela de pensamiento económico surgida en los años 30 en la Universidad de Friburgo. Estaba estrechamente ligada a la tradición liberal clásica, aunque con algunas diferencias especialmente en lo referente al papel que debe jugar el Estado en las economías de mercado.
Para entender mejor el contexto económico del momento, Alemania había experimentado entre 1920 y 1966 la hiperinflación y la demagogia de la república de Weimar, los controles de precios y la planificación nacionalsocialista con Hitler, el socialismo marxista de la República Democrática Alemana y... la prosperidad a partir de las reformas del verano de 1948 propiciadas por Ludwig Erhard, el responsable de cuestiones económicas de la parte no comunista de Alemania. Para pasar de la economía nazi (de precios máximos regulados y racionamientos decretados gubernamentalmente) a otra de libre empresa con precios verdaderos que vacían mercados, Erhard tuvo claro que la reforma debía tener una doble naturaleza: monetaria y eliminadora de regulaciones.
La reforma monetaria consistió en la creación del DeutschMark. Erhard anuló el 92% de los Reichsmarks declarando convertible en DM tan sólo el 8% restante. La medida buscaba dos objetivos: eliminar todo el poder adquisitivo insatisfecho latente que habría disparado otra vez la inflación tras la liberalización de los precios y cancelar los racionamientos. El objetivo era también que la moneda estuviese suficientemente respaldada con las reservas de activos bancarios existentes. Además la gestión de la nueva moneda iba a quedar en manos de una autoridad que con el tiempo sería el Bundesbank. Su principal función consistía en preservar la estabilidad de su valor, limitando el incremento de emisiones adicionales y sobre todo impidiendo que el sector público financiase sus gastos mediante inflación.
Junto a esta reforma monetaria que acababa de un plumazo con la inflación, Erhard levantó también la práctica totalidad de precios máximos. Para llevar a cabo esta medida tan "socialmente impopular" Erhard eligió un domingo para pasar todos sus decretos, que había estado preparando cuidadosamente meses antes. Se cuenta que la máxima autoridad de las fuerzas de ocupación aliadas, el General Clay, al enterase de la noticia llamó a Erhard y le espetó: "Todos mis asesores me dicen que sus medidas son absolutamente desaconsejables en estos momentos". "Es curioso", respondió Erhard, "los míos me dicen lo mismo". Anécdotas aparte, la izquierda trató sistemáticamente de conseguir la revocación de unas medidas tan "neoliberales". Los rusos bloquearon Berlín Occidental, a lo cual Occidente respondió con el famoso puente aéreo. La prensa se echó encima de Erhard por dejar sin cartilla de racionamiento a millones de alemanes pobres. Los sindicatos convocaron hasta dos huelgas generales.
Como señala Larry White in su libro The Clash of Economic Ideas, Galbraith trabajaba en ese momento para el Departamento de Estado de los Estados Unidos supervisando la política económica alemana y fue con diferencia uno de los críticos más rabiosos de la supresión de los controles económicos, vaticinando consecuencias nefastas y my desastrosas para la economía alemana. Pero Galbraith se equivocaba. Muy al contrario de lo que predecía el impacto de las políticas de liberalización impulsadas por Erhard fue tremendamente positivo. De la noche a la mañana se acabó con la escasez, el nuevo marco alemán desplazó al trueque (que se había convertido en una práctica habitual) y el mercado negro se desvaneció.
Sin embargo Erhard se mantuvo firme en unas medidas que ya desde el principio arrojaron resultados espectaculares. De un día para otro las industrias se pusieron en movimiento, los alemanes volvieron al trabajo y los productos retornaron a las tiendas. Volvía a tener sentido producir y crear riqueza. Los precios libres y el dinero sano trasmitían de nuevo las señales que guiaban la producción. Las medidas económicas ideadas por Erhard junto con una reforma fiscal que redujo el impuesto sobre la renta en cerca del 30% dieron un impulso decisivo el crecimiento económico alemán. De hecho en los primeros seis meses después de la eliminación de los controles, el PIB creció en un 53 por ciento. En pocos años la prosperidad de la Alemania Federal se convirtió en la envidia del mundo. Resultaba ahora que los alemanes eran muy trabajadores. Aunque ni en la DDR, ni en Weimar, ni bajo los nazis eran "capaces" de demostrar esa cualidad. Elección tras elección los votantes fueron refrendando y ampliando la base de apoyo de la Economía Social de Mercado. En 1956 El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) renunció al marxismo y en 1961 los comunistas de la Alemania del Este acabaron construyendo el muro de la vergüenza para que sus masas empobrecidas no pudieran huir de la miseria impuesta.