Resumen de los efectos intergeneracionales de la investigación
La correcta instrucción en edades tempranas fortalece a las familias cuando se las incluye en la educación de sus hijos y rompe el ciclo de la pobreza entre generaciones. Esa es la primera y más importante conclusión del análisis de James Heckman sobre los participantes del programa Perry Preschool (High Scoope), para determinar los niveles de calidad de vida en la etapa adulta de niños que comenzaron a ser supervisados hace 50 años.
Después de juntar los datos mediante una serie de pruebas muy rigurosas, Heckman ha encontrado que los participantes del programa tuvieron mejoras significativas tanto personales como familiares, lo que a su vez produjo efectos positivos de segunda generación en la educación, la salud, el empleo y la vida civil. La educación infantil temprana de alta calidad produce unidades familiares más fuertes y contribuye de forma significativa a la movilidad social durante la siguiente generación .
Perry: El programa que inspiró la educación infantil temprana moderna
Desarrollado en origen como una prueba aleatoria para determinar si la calidad de la educación infantil temprana podía incrementar el coeficiente IQ de los niños en familias socialmente desfavorecidas, los participantes del programa Perry se han terminado convirtiendo en un modelo de alta calidad para la educación infantil temprana.
La formación de los padres y el desarrollo de una instrucción colaborativa con las familias, las visitas a los hogares y un aprendizaje centrado en el niño son las mejores prácticas que existen en la actualidad para el desarrollo cognitivo y el aprendizaje hasta los 5 años.
Los efectos sobre las familias y sus hijos gracias al programa Perry tienen aplicación a gran escala para poder comprender los beneficios sociales de una correcta educación en los primeros años de vida, especialmente cuando este tipo de estudios se ponen en contexto con otros tipos de programas inspirados en el Perry.
Una mirada crítica sobre los datos y los efectos en la siguiente generación
Los nuevos datos sobre los resultados económicos en la edad adulta que consigue el equipo de Heckman son una oportunidad para comprender mucho mejor el impacto del programa sobre los participantes a lo largo de su vida, al mismo tiempo que resuelve las preocupaciones críticas sobre el tamaño de la muestra, la aletoriedad del tratamiento y los grupos de control. Después de tener en cuenta todas estas variables y someter los datos a evaluaciones muy rigurosas, este nuevo análisis valida el retorno económico de la inversión en educación infantil temprana, especialmente para los niños que nacen en familias desfavorecidas. Los últimos datos permiten además una visión profunda sobre los posibles efectos intergeneracionales de los logros a largo plazo, el beneficio económico conseguido y la movilidad social hacia arriba.
Fuertes beneficios entre los participantes originales, efectos multigeneracionales positivos y mayor estabilidad afectiva
Aunque el programa Perry falló en la pretensión de incrementar la inteligencia en los famosos test IQ, esa medición ha demostrado ser excesivamente simplista y un indicador muy pobre sobre el éxito posterior a lo largo de la vida. Los niños tratados con igual calidad en la etapa infantil tienen mejores resultados futuros en su vida que los no tratados: se mejora de forma significativa su empleabilidad futura, la salud, las habilidades cognitivas y socioafectivas y se reduce la criminalidad masculina especialmente en los casos de mayor violencia. Las mejoras en el entorno familiar y la implicación de los padres en la formación de los niños son una fuente importante de beneficios a largo plazo y durante el programa.
Heckman ha encontrado además efectos sustanciales de segunda generación sobre la educación, el absentismo escolar, la remuneración del empleo, la estabilidad familiar, la criminalidad y la salud. Los niños de las familias participantes fueron menos proclives a suspender en la escuela, consiguieron en mayor medida estudios superiores, mayor estabilidad laboral y una vida afectiva más ordenada. En efecto, los participantes tienen matrimonios más estables y son parejas que consiguen un hogar más confortable para el desarrollo y crecimiento de los niños. Además sus hijos tienen también matrimonios más estables en el futuro y vidas más ordenadas cuando llegan a los 18 años, al mismo tiempo que sus familias consiguen mejores recursos y atención para el éxito del desarrollo futuro de sus hijos, nietos de las primeras cohortes del estudio.
Una calidad alta en la educación infantil temprana puede romper el ciclo de la pobreza
Los nuevos descubrimientos indican que los programas con una alta calidad educativa en la etapa infantil tienen el potencial de sacar a muchas familias de la pobreza. Los análisis del caso Perry demuestran con claridad que la construcción de fundamentos visibles sólidos en las familias producen grandes mejoras en los niños, con independencia del entorno socioeconómico en el que vivan. Con respecto de las familias de control, los niños del programa Perry están mejor educacdos, son más saludables, son ciudadanos mejor empleados y finalmente son miembros más productivos de la sociedad.
Cuanto antes se comienza mejores beneficios se consiguen
La formación que se va sumando a lo largo de la vida es dinámica. Las competencias generan competencias y la motivación produce más motivación. Si un niño carece de motivación para aprender y emprender desde los primeros años, es muy difícil que en la edad adulta tenga éxito profesional y social. Con independencia del nivel de ingresos de los padres, la calidad del contexto familiar y social de los niños en su infancia define la capacidad para mejorar las condiciones socioeconómicas heredadas.
Así que cuanto antes se generen las aptitudes cognitivas, mejor. Los primeros años son decisivos y además los más económicos en gasto público para asentar un sólido crecimiento económico nacional. Las medidas que se aplican de forma tardía para compensar la desventaja inicial suelen ser más costosas e ineficaces.
Más información sobre los resultados analizados por Heckman en su página web.
Más información sobre los resultados de invertir en educación temprana en University of Pennsylvania.
Entrevista de la UNESCO a James Heckman
¿Podría resumir en pocas palabras los principales argumentos y las conclusiones fundamentales de la investigación acerca de la importancia de la educación en la etapa infantil para la productividad y el crecimiento económico?
Las familias condicionan mucho los resultados que los niños alcanzarán al llegar a la edad adulta. El azar de nacer en una determinada familia constituye ya una fuente importante de desigualdad. Las investigaciones más recientes indican que en la sociedad estadounidense alrededor de la mitad de la desigualdad que se registra en el total de ingresos percibidos durante toda la vida se debe a factores que operan antes de que la persona alcance la mayoría de edad. Quizá en Europa Occidental esa cifra sea igual, o incluso superior, ya que allí el mercado laboral es menos desigual. En comparación con lo que ocurría hace 50 años, hay una proporción mayor de niños estadounidenses que nacen en familias desfavorecidas, que invierten menos dinero en sus hijos que las familias más acaudaladas. En Europa Occidental el creciente número de inmigrantes no integrados genera tendencias similares. Muchos problemas económicos y sociales de gran importancia, como la delincuencia, el embarazo de las adolescentes, el abandono escolar y las condiciones sanitarias negativas guardan relación con los bajos niveles de competencias y aptitudes en la sociedad.
La diferencia de capacidades entre los niños desfavorecidos y los de familias acomodadas se amplía desde la primera infancia. El contexto familiar de los párvulos es un factor que permite predecir sus futuras capacidades cognitivas y socioemotivas, así como una amplia gama de resultados en materia de delincuencia y salud. Los datos experimentales relativos a los efectos benéficos que ejercen las medidas que se aplican en los primeros años de vida a los niños de familias desfavorecidas son coherentes con un gran volumen de estadísticas empíricas que demuestran cómo la falta de apoyo familiar perjudica los resultados posteriores del niño.
Si la sociedad es capaz de intervenir en una edad temprana, puede mejorar la capacidad cognitiva y socioemocional, así como la salud de los niños desfavorecidos. La intervención temprana fomenta la escolaridad, reduce la delincuencia, promueve la productividad de la fuerza laboral y disminuye el número de embarazos entre las adolescentes. Se considera que esas medidas presentan una relación costo/eficiencia muy beneficiosa y constituyen una inversión altamente productiva. La atención a la primera infancia es aun más importante en los periodos críticos y delicados del desarrollo de diversas capacidades.
Los investigadores lo han demostrado mediante el estudio tanto de los seres humanos como de los animales. Por mi parte, junto con otros autores, he puesto de relieve cómo los primeros años de la vida de un niño son decisivos para la génesis de las aptitudes cognitivas, mientras que la adolescencia es una etapa importante para la génesis de aptitudes no cognitivas. Los remedios que se aplican tardíamente para compensar la desventaja inicial suelen ser costosos e ineficaces. Desde el punto de vista de la economía es mucho más eficaz prevenir los problemas humanos que tratar luego de remediarlos.
Tal como están configurados hoy los programas sociales, las medidas que se aplican a los niños desfavorecidos durante los primeros años de vida ofrecen dividendos económicos muy superiores a las intervenciones posteriores, tales como la reducción del número de alumnos por maestro, la capacitación laboral pagada por el gobierno, los programas de reeducación de reclusos, los planes de alfabetización de adultos, las matrículas subsidiadas o los gastos dedicados a la policía. El rendimiento de esa inversión es muy superior al que en Europa generan los programas más dinámicos destinados a la fuerza laboral.
La formación que se obtiene a lo largo del ciclo vital es dinámica, por su misma naturaleza. Las competencias generan competencias y la motivación produce motivación. Unas y otras se refuerzan mutuamente. Si un niño carece de motivación para aprender y emprender desde los primeros años, es muy probable que cuando llegue a la edad adulto fracase en la vida social y económica. Mientras más tarde la sociedad en intervenir en el ciclo vital de un niño desfavorecido, más costoso será luego remediar esa desventaja. Es preciso replantear a fondo las políticas con el fin de aprovechar los conocimientos acerca de la importancia de los años iniciales de la vida en la génesis de la desigualdad y la creación de competencias para el mercado laboral.
Se sabe que la capacidad intelectual es un factor que condiciona poderosamente la obtención de buenos resultados socioeconómicos. Pero la aptitud cognitiva no determina por sí sola el éxito y ni siquiera es el factor decisivo en la materia. Hay otros rasgos de carácter de índole socioemocional o no cognitiva, tales como la personalidad, la salud, el equilibrio mental, la tenacidad, las preferencias en materia de horario, el temor al riesgo, la autoestima, el dominio de sí mismo, el gusto por el ocio, la meticulosidad y la motivación, que constituyen indicios poderosos del éxito socioeconómico futuro y que pueden influir en los resultados de la vida adulta por lo menos tanto como la capacidad cognitiva.
Además, las investigaciones recientes indican que habrá que modificar considerablemente la creencia tradicional en la importancia del cociente de inteligencia (IQ). El análisis que figura en un libro que suele citarse a menudo -The Bell Curve- le atribuye una función esencial a la genética en la explicación del origen de las diferencias en las capacidades cognitivas del ser humano y le asigna a dichas capacidades cognitivas un papel decisivo en los resultados que se obtienen en la vida adulta. Si la capacidad cognitiva está condicionada por la genética y además es la fuerza fundamental que determina los resultados en la edad adulta, la política gubernamental hacia los grupos de población desfavorecidos tendría que limitarse a la transferencia de fondos para los menos dotados.
Pero los experimentos consistentes en enriquecer el contexto de la primera infancia de los niños desfavorecidos ofrecen poderosos argumentos contra el determinismo genético. Las investigaciones recientes demuestran la potencia de las capacidades socioemocionales y la importante función del contexto y las medidas externas en la creación de capacidades. El campo de la epigenética demuestra de qué manera la expresión de un gen está sujeta a la influencia del medio ambiente y cómo los efectos medioambientales sobre la expresión de dicho gen pueden llegar a ser hereditarios.
Al examinar las políticas destinadas a fomentar las aptitudes y competencias, la sociedad debería reconocer la multiplicidad de las capacidades humanas. En la actualidad, las políticas públicas vigentes en Estados Unidos y muchos otros países se centran en la promoción y la medida de la capacidad cognitiva mediante la evaluación del IQ y las pruebas de rendimiento. La insistencia en ese tipo de evaluaciones desdeña la importancia de los factores no cognitivos que fomentan el éxito en la escuela y en la vida.
Aunque la mayor parte de su investigación se ha basado en la experiencia de la sociedad norteamericana, ¿podría citar ejemplos de países de otras regiones que demuestren los nexos entre la educación infantil de calidad, la formación de capital humano y el desarrollo económico?
Es posible citar algunos estudios realizados en Europa. Un estudio muy conocido, que se llevó a cabo en los orfanatos de Rumania, el programa "Sure Start" del Reino Unido, y el titulado "Preparing Future Life" que se aplicó en Irlanda, son ejemplos de estudios experimentales. También cabe mencionar las investigaciones que han utilizado datos no empíricos en Europa, tales como el German Socio-Economic Panel (GSEOP) y el estudio demográfico British Cohort Study (BCS). Todos esos trabajos ofrecen conclusiones análogas.
Una preocupación importante en casi todos los países es la brecha que separa a los niños que disfrutan de buena alimentación, salud y seguridad, estímulos cognitivos y una interacción con adultos atentos, de los otros niños que carecen de todo eso.
No se trata simplemente del nivel de ingreso de los padres. Lo más importante es la calidad del contexto inicial que los niños encuentran cuando vienen al mundo. Entre los grupos socioeconómicos existen diferencias sustanciales en cuanto al contexto familiar y los gastos destinados al cuidado y la educación de los pequeños. Las investigaciones recientes han puesto de manifiesto las considerables diferencias de contexto familiar y gasto existentes entre los niños desfavorecidos y los de familia acomodada.
Esas diferencias, que atañen a los estímulos cognitivos, el afecto, los castigos y los gastos que los padres destinan a los hijos, se amplían desde muy temprano. Los matrimonios estables invierten mucho más en sus hijos que las familias monoparentales, aunque el mecanismo exacto que determina este fenómeno todavía no se ha dilucidado completamente.
Entre los diversos grupos socioeconómicos hay diferencias sustanciales en materia de estímulos cognitivos y afectivos en lo primeros años y esas diferencias persisten a lo largo de la infancia. El contexto familiar de muchos niños está empeorando en el mundo entero. En muchos países se está ampliando la brecha entre los acaudalados y los desfavorecidos, en lo tocante a la calidad de la vida familiar que rodea al párvulo. Quienes nacen en esos contextos desfavorecidos reciben relativamente menos estímulos y recursos para su desarrollo que los niños de las familias más acomodadas. Este fenómeno genera desigualdad dentro de cada generación y entre las generaciones sucesivas. Las políticas destinadas a completar los recursos que se destinan al cuidado y la educación de los menores en las familias desfavorecidas contribuirán a reducir la desigualdad y a fomentar la productividad. En la primera infancia la igualdad no va en detrimento de la eficacia y esa es una característica singular de las medidas en este ámbito.
A menudo los economistas debaten acerca de la proporcionalidad inversa entre la igualdad y la eficacia. Una política que mejora la eficacia suele fomentar la desigualdad (por ejemplo, una reducción de los impuestos sobre los dividendos del capital). En las políticas relativas a los adolescentes y los adultos jóvenes, hay un grado importante de proporcionalidad inversa entre la igualdad y la eficacia, en cuanto a las medidas destinadas a ayudar a los menos competentes, en particular las que tienen por objeto el fomento de la capacidad cognitiva.
Esta situación se debe a la complementariedad dinámica o sinergia existente en el proceso de formación de las competencias humanas. Las intervenciones correctivas para los adolescentes menos adelantados que no han recibido una base sólida de conocimientos suelen ir en detrimento de la eficacia. Son difíciles de justificar con argumentos económicos y por lo general ofrecen una rentabilidad muy baja. Pero las medidas que se aplican en la primera infancia son de otra índole. Si la inversión que se hace en los primeros años se prolonga con experiencias didácticas de alta calidad, esa inversión inicial promueve la eficacia económica y reduce la desigualdad al mismo tiempo. No hay proporcionalidad inversa en el caso de las medidas que se aplican a los párvulos desfavorecidos. Ese es un rasgo singular de los programas destinados a ayudar a la primera infancia.