El auge de las exportaciones ha sido opuesto a la caída del valor añadido incorporado por las empresas españolas. España ensambla cada vez más, pero produce menos
Las importaciones de España sufrieron al inicio del año un ‘parón’ que ningún economista había anticipado. En concreto cayeron un 0,5% interanual, el primer descenso de toda la fase de la recuperación que arrancó en 2013. Y eso a pesar del buen ritmo de la demanda interna. La causa de este descenso estuvo precisamente en la ralentización de la demanda externa, como consecuencia de los malos datos del comercio internacional. La industria española no exporta, por lo que congela sus importaciones.
La sensibilidad de las importaciones al dinamismo de las exportaciones ha sorprendido a los expertos. Funcas estima un impacto de 1,3 puntos en las importaciones por cada punto de variación de las exportaciones. Eso significa que las importaciones oscilan con mayor intensidad que las exportaciones, ya que el sector exportador importa una gran parte de sus bienes intermedios (insumos).
Así lo pone de relieve un estudio realizado por la Fundación BBVA y el IVIE dirigido por el catedrático de la Universidad de Valencia Francisco Pérez García. Los investigadores analizan el comportamiento del sector exportador español desde los noventa y concluyen que, “en la actualidad, el valor añadido doméstico de las manufacturas españolas no alcanza el 40% de sus exportaciones brutas. [...] Cuando se compara la posición española con la de las grandes economías europeas, se observa que, para el conjunto de la industria manufacturera, España retiene un menor valor añadido de sus exportaciones que los otros países”.
Esto significa que el ‘boom’ exportador no está incrementando en igual cuantía la renta del país, ya que una proporción creciente de este dinero se utiliza para importar insumos. Es cierto que esta tendencia se ha producido en otros países europeos, como consecuencia de la incorporación a las cadenas de valor globales. Pero en España esta cuantía es superior al resto de grandes economías europeas, como consecuencia del bajo valor añadido que aporta el país a sus exportaciones.
El problema para España es que la mayor parte de las exportaciones son bienes finales, es decir preparados para el consumo de las familias. La industria nacional se ha convertido, en muchos casos, en mera ensambladora de productos fabricados en otros países de modo que el valor añadido es muy bajo.
El ensamblaje apenas genera producción en el país y no requiere de una elevada inversión en I+D ni exige elevados niveles de cualificación. El resultado es que una buena parte de los ingresos por exportaciones que genera el país se vuelven a ir al extranjero para remunerar los factores de producción de los bienes intermedios.
El sector del automóvil es el ejemplo más claro. España importa la gran mayoría de los componentes, los ensambla y vende el vehículo listo para que lo compren las familias. El resultado es que aunque el automóvil genera el 13% de las exportaciones de España, apenas aporta un 4% del valor añadido del sector exportador. Su participación en el valor añadido es menos de un tercio de su peso en las ventas.
Una situación similar ocurre con las principales industrias exportadoras del país: generan más ventas que valor añadido. Es el caso de la industria agroalimentaria, la industria química, la industria tradicional, la de maquinaria…
España ha experimentado una larga caída del valor añadido de las exportaciones desde los años noventa. Tras el estallido de la crisis se corrigió este descenso como consecuencia de los esfuerzos de las empresas para limitar el consumo de bienes intermedios, pero rápidamente se volvió a la tendencia previa. Desde 2010 la caída del valor añadido a las exportaciones ha sido tan rápida que Francia y Alemania han adelantado a España. En 2014, último año con datos disponibles, las exportaciones de España apenas contaban con un 68% de valor añadido, 20 puntos menos que hace 20 años. El 32% restante son insumos importados.
La dependencia del exterior
El ‘boom’ exportador español se ha construido sobre dos pilares: una gran dependencia de bienes intermedios foráneos y un bajo nivel tecnológico de la producción. Esto explica por qué los productos que fabrica España apenas se utilizan como bienes intermedios en el extranjero. “Si comparamos las cifras obtenidas para España con las de los mayores países europeos, vemos que la industria manufacturera en España presenta un contenido importador de las exportaciones 10 puntos superior al de Alemania, Italia y Reino Unido”, explican los autores del informe.
El sector del automóvil vuelve a ser representativo: el 52% de los insumos que utiliza la industria del automóvil española son extranjeros, una diferencia de más de 20 puntos respecto a Alemania. En el resto de la industria manufacturera superan el 30% y únicamente la industria agroalimentaria importa menos del 12% de sus insumos.
Por el contrario, el valor añadido en España a las exportaciones de la industria manufacturera apenas alcanza el 38%, por debajo de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, donde alcanza el 50%. En el caso del automóvil España apenas genera un 20% del valor de las exportaciones. “El contenido importador de las exportaciones de manufacturas en nuestro país es superior al del resto, lo que implica que 'ceteris paribus', nuestra capacidad de generar valor añadido al exportar es menor”, resalta el estudio.
Uno de los problemas del sector exportador español es que el bajo nivel añadido de la industria demanda a su vez empleos de menor cualificación que sus comparables europeos. En la industria del automóvil por ejemplo, el porcentaje del empleo de alta cualificación en España es del 26%, muy lejos del 36% de Alemania, el 38% de Francia o el 41% de Reino Unido.
Esta situación se reproduce en el resto de grandes sectores exportadores. En el sector textil solo el 16% del empleo creado es de alta cualificación, menos de la mitad del de Reino Unido o Francia. Esto significa que los componentes de alto valor añadido de las exportaciones españolas se fabrican en el extranjero, por lo que el empleo de mayor calidad se genera ahí. “Nuestra economía importa trabajo cualificado de los países europeos y esto es cierto tanto a nivel agregado como en la mayoría de sectores manufactureros”, señala el estudio.
El futuro de la industria española dependerá de la habilidad del país para realizar la transformación tecnológica que ya debería haber comenzado. La competencia en precios es cada vez más complicada por la globalización y la subida salarial que está viviendo España. De ahí que la clave a partir de ahora sea competir por incorporar más valor añadido a las exportaciones.
Desmontando el ‘boom’ exportador de España: vende mucho, pero vende mal