Las exportaciones brutas han crecido en España en los últimos años, pero un 30,9% del valor de esas ventas se genera en otras economías a través de productos intermedios importados
Las cadenas globales de valor permiten que las diferentes partes o fases de los productos o servicios se realicen en diversos países, para después de múltiples intercambios comerciales obtener el producto final. En ese contexto, la capacidad tecnológica de las empresas y sus equipos son clave para competir, cooperar y retener el valor añadido en los países que desarrollan las actividades más productivas, tanto manufactureras como terciarias.
Una consecuencia de la fragmentación de la producción entre diferentes países es que las exportaciones incorporan un elevado volumen de productos (bienes y servicios) intermedios importados. En concreto, el 30% del valor de las exportaciones españolas es importado, es decir, el valor añadido doméstico (salarios y beneficios) generado en España representa el 70% restante.
Si nos referimos a las exportaciones brutas españolas, el 70% procede de productos manufactureros, frente al 25,4% que aportan los servicios. Sin embargo, si tenemos en cuenta el valor añadido de esas exportaciones, los servicios aportan el 50,6%, un porcentaje que dobla la importancia de ese macrosector en las exportaciones brutas y que ha aumentado más de 10 puntos desde el 39,3% que representaba en 1995. Por el contrario, el peso de las manufacturas en el valor añadido exportado ha caído diez puntos desde 1995, cuando suponía un 48,1% hasta el 37% actual.
España tiene más dificultades que otros países europeos para desarrollar actividades más generadoras de valor añadido, debido a al debilidad de las inversiones empresariales en I+D+i, TIC y capital humano y organizacional. Las ocupaciones más cualificadas y mejor remuneradas tiene menos peso en la producción española (26,4%) que en Reino Unido, Francia o Alemania, países en los que suponen entre el 33,8% y el 35,1% del empleo.
Estos son algunos de los principales mensajes de la monografía titulada La competitividad española en las cadenas de valor globales, elaborada por la Fundación BBVA y el Ivie, que estudia los efectos de los patrones de especialización internacional del siglo XXI en las exportaciones españolas, el empleo, su cualificación y la capacidad de generar riqueza. El estudio ha sido dirigido por Francisco Pérez, director de investigación del Ivie y catedrático de la Universitat de València, con la participación de Eva Benages, José Pla-Barber, Marta Solaz y Cristina Villar, también vinculados a ambas instituciones.