La reforma laboral no ha servido para crear empleo pero sí para aumentar la precariedad

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La reforma laboral no ha servido para crear empleo pero sí para aumentar la precariedad

Manifestacion

La reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy ha vuelto a la actualidad política con el anuncio del Ejecutivo de Pedro Sánchez de derogar "los aspectos más lesivos" de este cambio. Rápidamente surgieron voces críticas que alertaban de un parón en la creación de empleo como consecuencia de esta 'contrarreforma', pero en la mayoría de los casos, las advertencias no iban acompañadas de datos.

Desde febrero de 2012, cuando comenzó la reforma, han pasado casi siete años, periodo suficiente para analizar los resultados obtenidos. Una comparativa de la evolución de la cantidad de empleo antes y después de la reforma laboral demuestra que apenas ha cambiado nada en términos cuantitativos. El ritmo de creación de empleo (o destrucción) en las diferentes fases del ciclo económico no ha variado nada, como se puede observar en el siguiente gráfico:

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El gráfico cruza el ritmo del PIB con el empleo. Ambas variables están ajustadas de estacionalidad y calendario y, en el caso del empleo, se miden puestos de trabajo asalariados equivalentes a tiempo completo. Esto es, se contabiliza la cantidad de horas de trabajo y no el número de ocupados. Los puntos previos a la reforma laboral (en azul) y los posteriores (en rojo) se superponen, lo que significa que responden a la misma tendencia.

Las líneas de regresión no dejan lugar a dudas: tanto su posición como su pendiente en el gráfico revelan que el patrón de creación de empleo es idéntico antes y después de la reforma laboral. En todo caso, la línea posterior a la reforma laboral está desplazada hacia la derecha, lo que muestra que se necesita un poco más de PIB (muy poco) para crear el mismo nivel de empleo.

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Las dos líneas también cortan a los ejes por el mismo punto (inflexión de crisis a expansión). Esto significa que la evolución del empleo responde con la misma intensidad a las diferentes variaciones del PIB. Esto es, cuando hay recesión se destruye empleo a la misma velocidad y cuando hay expansión, se crea al mismo ritmo.

En definitiva, la reforma laboral no ha servido para crear más empleo y hace suponer que se habría creado el mismo trabajo si no se hubiese flexibilizado el mercado laboral. También es de suponer que si el PIB hubiese crecido incluso más rápido, también habría acelerado el empleo. Y, por último, es de esperar que el ritmo de creación de empleo se vaya frenando al mismo ritmo que el PIB.

Estas cifras muestran claramente que la reforma laboral no ha servido para crear más empleo en España. Eso no significa que no haya afectado al mercado de trabajo: ha aumentado la parcialidad, la temporalidad y la precariedad. Pero no hay más empleo, que era la supuesta bondad de la reforma. Esto demuestra que el volumen de trabajo que ofrecen las empresas depende de su carga de trabajo y no del marco legal que tengan.

Más trabajo precario

En las fases expansivas, la flexibilidad laboral es un pobre incentivo a la contratación. Los datos demuestran que las empresas crean puestos de trabajo a medida que tienen más demanda. Las condiciones de esos empleos no afectan tanto a la empresa como a los trabajadores, que sufren más precariedad.

De hecho, si se analiza el desempeño del mercado laboral desde la reforma laboral, se observa que hay una leve mejora en el número de asalariados. En esta ocasión empleamos los datos de afiliación a la Seguridad Social por cuenta ajena y para desestacionalizarlos se utilizan medias móviles de un año completo. De esta forma, en lugar de comparar horas de trabajo totales de la economía, se compara el número de personas asalariadas.

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En este caso, la reforma laboral sí que introdujo un cambio, que se aprecia principalmente en la fase de recesión: cuando cae el PIB, se pierden más rápido horas de trabajo que empleos. Esto significa que el ajuste se vuelca un poco más sobre la jornada laboral que sobre el número de empleos. La reforma laboral introdujo más flexibilidad para que el ajuste se realizara por la vía de los salarios y no de los empleos.

Sin duda esta es una buena noticia en la parte recesiva del ciclo, ya que se evitan muchos despidos repartiendo menos carga de trabajo entre más personas. Así se evita un fuerte incremento de la tasa de paro. Por ejemplo, en el año 2012 se perdió el 6% de los empleos equivalentes a tiempo completo y 'solo' un 3,9% de los puestos de trabajo. El problema es que esta diferencia es mínima y no se mantiene en el resto del ciclo económico. Eso sí, contribuye a aumentar la precariedad del mercado laboral como consecuencia del crecimiento del empleo a tiempo parcial.

La reforma laboral también abrió una puerta a realizar una bajada de salarios como nunca se había visto en España. Y eso también es importante a la hora de analizar los resultados de estas medidas. A partir de la reforma laboral, cada punto de destrucción de PIB conllevaba una pérdida mayúscula de masa salarial.

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En este caso, se combina la evolución del PIB con la masa salarial total, ambos medidos en precios corrientes y desestacionalizados. En el año 2012, para una caída del PIB del 3,4% se perdió un 9,3% de la masa salarial. Algo nunca antes visto. Si se comparan los dos gráficos se concluye que la reforma laboral no sirvió para mejorar la evolución del empleo, pero sí fue muy útil para reducir los salarios.

El fracaso a combatir la dualidad

La reforma laboral tiene que enfrentarse todavía (si es que no se deroga antes) a la única parte del ciclo que no ha vivido: el tránsito del crecimiento a la recesión. Es ahí donde podría dar mejores resultados. Sin embargo, difícilmente conseguirá reducir el problema de paro estructural que tiene España. De hecho, el empleo ha desacelerado en los últimos trimestres al mismo ritmo que el PIB, lo que indica que se mantiene su correlación anterior. Y esta desaceleración del empleo se produce cuando la tasa de paro todavía es muy alta, lo que indica que no ha cambiado nada, o muy poco, tras la reforma laboral.

La reforma no ha servido para combatir la dualidad del mercado laboral español, que está en la base de los malos datos del empleo. Mientras este problema no se solucione, difícilmente se podrá lograr un avance significativo.

La temporalidad en la contratación hace que las empresas no inviertan en formación e impide a los trabajadores adquirir las habilidades y experiencia que solo da el tiempo en el mismo puesto de trabajo. El resultado es que España tiene persistentemente una gran bolsa de parados sin cualificación ni experiencia que les hace directamente inempleables.

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La proliferación de contratos temporales, cada vez de más corta duración, ha sido señalado por distintos analistas y organismos como la causa de la mayor parte de los problemas del mercado laboral en España. Los datos de la EPA revelan hasta dónde llega el problema. Desde 2012 hasta 2018 (tomando datos de los tres primeros trimestres), el número de trabajadores asalariados se ha incrementado un 10%, pero el crecimiento ha sido mucho más intenso entre los grupos más precarios.

El número de asalariados con trabajo a tiempo parcial se ha incrementado un 14,7%, frente al 9,4% del de los asalariados a tiempo completo. Por su parte, el número de asalariados con contrato temporal se ha disparado un 25,1%. De los 1,5 millones de puestos de trabajo que se han creado desde la aprobación de la reforma laboral, el 59% son temporales. Con estas cifras, España tiene muy difícil conseguir una bajada sustancial del desempleo. En otras palabras: necesita reducir la precariedad para mejorar el empleo estructural.

La reforma laboral no ha servido para crear empleo pero sí para aumentar la precariedad