Un nuevo informe de la OCDE entona un canto funerario por la clase que vertebró el Estado de bienestar, y que ha perdido la guerra frente al 10% más rico
Que la clase media se encuentra en declive en Occidente es algo conocido. Que lo diga la OCDE sin ningún tipo de ambages y con un tono particularmente apocalíptico es harina de otro costal. El último informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico titulado Bajo presión: la exprimida clase media (para que no quede duda) es una autopsia de la clase social que sirvió de elemento cohesionador durante la expansión económica de la segunda mitad del siglo XX. Pero ahora la situación es otra: "los hogares de ingresos medios han visto su estándar de vida estancarse o empeorar, mientras los que ingresan más siguen acumulando dinero y riquezas".
Hay un diluvio de datos y gráficos que justifican entonar este canto funerario por la clase media. Por ejemplo, que es el grupo social para el que menos ha crecido la economía. Si entre mediados de los ochenta y los noventa ingresaron un 1% más y entre mediados de los noventa y de los dos mil obtuvieron un 1,6% adicional, en los últimos 10 años el porcentaje se ha reducido al 0,3%. A lo largo de los últimos 30 años el aumento de sus ingresos fue un 33% menor que los del gran ganador de la guerra social, el 10% más rico. Lo cual tiene una traducción obvia: si hasta los años ochenta los hogares de clase media fueron el gran motor de la economía, están a punto de dejar de serlo para pasar este título a manos de los hogares más ricos.
Una de las peculiaridades de la clase media es que gran parte de la clase baja considera que pertenece a ella, aunque económicamente no sea así. La realidad es que esta ha sufrido un paulatino proceso de descomposición, tanto hacia arriba (menos) como hacia abajo (bastante más). "Hay menos personas de clase media que hace 30 años. La media de la OCDE ha caído de un 64% a un 61% entre mediados de los años ochenta y de esta década". Ha sido un proceso paulatino pero imparable, que ha impedido hasta la última década comprobar la magnitud de lo que estaba ocurriendo.
En ese "vaciado" de la clase media como lo denomina el trabajo, España ocupa un lugar de excepción, junto a la sorprendente Suecia. Somos uno de los países en los que el proceso de descomposición ha servido para engordar las clases bajas en mucha mayor proporción que las altas, un proceso opuesto a lo que está ocurriendo en Estados Unidos y Países Bajos. Del alrededor del 3,7% de clase media que ha desaparecido, un 3,6% ha pasado a formar parte de las clases pobres mientras que tan solo un 0,1% ha ido a mejor. No hay ningún otro país donde ambos datos coincidan de forma tan perfecta, lo que vuelve a demostrar que somos un país 'pegajoso'.
No solo eso, sino que también disfrutamos del dudoso honor de ser uno de los países donde sus ciudadanos tienen un mayor riesgo de deslizarse a la pobreza. Entre 2007 y 2015, aproximadamente uno de cada siete de los hogares de clase media-baja se despeñaron por la escalera social en la OCDE (alrededor de un 14%), pero el porcentaje aumenta hasta más del 20% en nuestro caso. Este proceso de desclasamiento raramente suele producirse en un solo año, sino a lo largo de cuatro.
El fin de una forma de entender la sociedad
Si la clase media interesa tanto a la organización es porque como el propio informe indica, “a nivel macro la presencia de una fuerte y próspera clase media apoya las economías y sociedades saludables”. En otras palabras, los valores aspiracionales que la definían como el anhelo de disfrutar de un buen techo, estabilidad laboral y una existencia apacible, eran el motor de la economía global: “A través de su consumo, inversión en educación, salud y vivienda, su apoyo a los servicios públicos, su intolerancia ante la corrupción y su confianza en los demás y en las instituciones democráticas, fueron el fundamento del crecimiento inclusivo”.
La economía actual (y muy probablemente la futura) hará cada vez más difícil que esto siga siendo así. El trabajo pone de manifiesto que el coste de la vida ha aumentado enormemente, lo que ha provocado que el consumo en la clase media esté aumentando sensiblemente más que sus ingresos. En otras palabras, "el envejecimiento y los nuevos avances médicos han disparado el coste de los servicios de salud. La carrera por los diplomas está presionando para que los padres inviertan más en educación, mientras al mismo tiempo estos servicios son más caros. La polarización de trabajos está elevando el precio de la vivienda en las grandes áreas urbanas, precisamente donde están los trabajos con mejores sueldos". El coste de salud, educación y vivienda se ha elevado por encima de la inflación.
El informe destaca que la vivienda es clave en este nuevo panorama. Es el principal gasto para la clase media (alrededor de un tercio de sus ingresos), un 25% más que a finales de los años noventa. Además es un factor culturalmente diferencial. Como recuerda el texto, "ser de clase media está en muchos países tradicionalmente asociado con ser propietario de una casa, así que el aumento de los precios ha modificado el sentido de ser parte de la clase media". Pero hay otro factor por el que esta resulta tan importante: porque en la medida en que los pisos más caros se encuentran en los lugares donde se hallan los mejores sueldos, son un factor esencial en esa movilidad social que está desapareciendo a ojos vista.
Un joven de clase baja hoy tiene muchas menos posibilidades de llegar a ser de clase media que en el pasado. Por un lado "porque las generaciones mayores están más protegidas contra los cambios en el mercado laboral". Por otro porque las habilidades necesarias para formar parte de la clase media se han elevado. Hoy la mitad de ellos trabajan en profesiones que requieren una elevada cualificación, cuando hace dos décadas era tan solo un tercio. Los puestos de trabajo que han desparecido han sido precisamente los que exigen cualificación media. Además, a diferencia de lo que ocurría en un pasado no tan lejano, son necesarios dos sueldos para alcanzar el mismo nivel de vida. Suma y sigue.
Los robots no comen
La otra pata en la que se apoya el informe es el empleo. Aunque señala que no existe el típico trabajo de clase media, al contrario de lo que ocurre con las clases bajas y altas, sí que está conformado ante todo por profesionales liberales y empleos técnicos que sustituyeron a los oficios tradicionales durante los años noventa. La polarización del mercado laboral ha resultado particularmente dañina para los miembros de las clases medias, ya que la tecnología ha reemplazado a los trabajadores con cualificaciones medias pero los nuevos empleos que han aparecido forman parte de la parte superior e inferior del espectro.
Muchos de los trabajadores con una alta cualificación, que antes formaban parte de la clase alta, ya no lo hacen: su presencia ha descendido de un 25% a un 20%. Pero aún más revelador es que la probabilidad de tener una cualificación intermedia pero pertenecer a la clase baja ha aumentado en 14 países, entre los que se encuentra el nuestro. Como recuerdan los autores, “los cambios en la fortuna de los diferentes grupos de habilidades pueden explicar parte de la frustración social que se ha encontrado en el centro del debate político durante los últimos años”. Ni siquiera los trabajos tradicionalmente de clase media te permiten ser de clase media.
Una tendencia que probablemente se acentúe durante los próximos años, a causa de la automatización. El informe cifra en una media de 18% el número de trabajadores de clase media que se encuentran en ocupaciones con un alto riesgo de automatización. Una vez más la cifra es peor en España, donde el porcentaje aumenta hasta un 23,9%. Es decir, casi una cuarta parte. Tan solo Eslovenia y Eslovaquia se encuentran en una situación peor que la nuestra. El informe divide en tres las ocupaciones según su hipotético futuro laboral: una cuarta parte (oficios, administración y operarios) se enfrentará a grandes pérdidas de empleo, otra cuarta parte (operadores de máquinas, comerciales y servicios) a un crecimiento moderado, y la mitad (técnicos, gestores y trabajadores rasos) probablemente verá cómo la demanda aumenta.
Si problemas como este no se atajan pronto las consecuencias pueden ser muy peligrosas. La verdadera voluntad del informe de la organización es atajar cuanto antes el descontento de la capa más poblada de la sociedad. Al menos porque la mayoría considera que pertenece a ella. "El estancamiento de los estándares de vida de clase media en los países de la OCDE ha sido acompañado durante los últimos años por la emergencia de nuevas formas de nacionalismo, aislacionismo, populismo y proteccionismo", lamenta el trabajo. "Los sentimientos nacionalistas y antiglobalización pueden surgir si una clase media en hundimiento siente desilusión y daña el compromiso político, o empuja a los votantes hacia políticas 'antiestablishment' y proteccionistas”. Una vez más, el miedo al votante furioso resurge en los informes de las grandes organizaciones económicas.
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