Si pretende superar la “Gran Disrupción” de 2018, el mundo necesitará un nuevo marco para la cooperación global. Después de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional se unió para diseñar un conjunto de estructuras institucionales que facilitaron la colaboración en busca de un futuro compartido. Ahora, debe hacer lo mismo.
Esta vez, sin embargo, el desafío no es sólo geopolítico y económico. Estamos experimentando un cambio fundamental en la manera en que los individuos y las sociedades se relacionan entre sí. Y, al entender este cambio, podemos influir de modo positivo en su resultado.
Lo primero que hay que reconocer es que estamos atravesando la Cuarta Revolución Industrial (4RI) en la que las empresas, las economías, las sociedades y la política se están transformando de manera esencial. Desde la primera vez que conceptualicé la idea para la reunión anual del Foro Económico Mundial en 2016, lo he manifestado claramente: no basta con enmendar nuestros procesos e instituciones existentes. Por el contrario, necesitamos rediseñarlos para que podamos capitalizar la abundancia de nuevas oportunidades que nos esperan, evitando a la vez el tipo de disrupciones que presenciamos hoy en día. Si esperamos o dependemos de soluciones rápidas para reparar las deficiencias de sistemas caducos, las fuerzas de cambio naturalmente evadirán estos sistemas y desarrollarán su propia dinámica y sus propias reglas.
La 4RI ya está transformando nuestros sistemas económicos de varias maneras. Por empezar, el mundo físico está siendo eclipsado por un nuevo mundo digital, interconectado, integrado y virtual con una economía circular y compartida. La industria está siendo revolucionada por la automatización, la localización y la individualización –que, en su conjunto, harán que las cadenas de suministro tradicionales se tornen obsoletas-. La competencia se basa cada vez menos en los costos y está cada vez más impulsada por la funcionalidad y la innovación. Pronto, las economías de escala ya no ofrecerán las ventajas que alguna vez ofrecían. El recurso más precioso será el talento, no el capital tradicional.
La 4RI también está depositando poder y recursos sin precedentes en las manos de apenas unas pocas corporaciones. Las empresas digitales líderes de hoy están reformulando las vidas cotidianas de la gente y alterando los patrones sociales tradicionales de maneras que el comercio convencional nunca pudo hacerlo. De ahora en adelante, el dominio de la inteligencia artificial (IA) y de los datos, y la capacidad para operar plataformas voluminosas a través de un liderazgo en materia de sistemas inteligentes, determinarán el poder tanto corporativo como nacional.
Al mismo tiempo, los patrones de empleo e ingresos se verán transformados por la difusión de la automatización impulsada por IA. Los empleos cada vez más se autogenerarán a través de ecosistemas innovadores. La mano de obra tradicional será reemplazada por retornos devengados de tareas creativas, capital de riesgo y la ventaja de llevar la iniciativa.
Las interacciones económicas globales ya no pueden compartimentarse en comercio de bienes y servicios, transacciones financieras e inversiones. Todos los flujos económicos están integrados en un sistema único de intercambio de valor tangible e intangible transfronterizo. En lugar de gravar la mano de obra, los gobiernos tendrán que empezar a gravar a los monopolios de plataformas y a los mecanismos de creación de valor que estén arraigados en la nube.
En los años venideros, los presupuestos nacionales cada vez más se destinarán a desembolsos para la infraestructura física y lógica necesaria para ofrecer ecosistemas para la innovación y la recapacitación y mejora de la formación de la mano de obra, así como programas sociales para apoyar a los trabajadores en la transición económica que está en marcha. Una prioridad clave debe ser adaptar la educación a las demandas de la 4RI. Se debe poner énfasis en alimentar la creatividad, el pensamiento crítico, el alfabetismo digital y una capacidad para la empatía, la sensibilidad y la colaboración –que serán necesarias, en todos los casos, para garantizar que la tecnología siga estando subordinada a nuestras necesidades y no al revés-. Es más, los sistemas educativos tendrán que estar más orientados para un aprendizaje de por vida, tanto a través de métodos digitales como del desarrollo y la formación personalizada presencial.
Más allá de la educación, el diseño de políticas en general tendrá que adaptarse a la velocidad del cambio en la 4RI. Será necesario desarrollar nuevos modelos de gobernanza colaborativos y ágiles para evitar un escenario en el cual las políticas gubernamentales continuamente queden rezagadas detrás de la frontera tecnológica.
La manera en que los países respondan a todos estos cambios determinará sus trayectorias de crecimiento y posiciones futuras en el escenario mundial, para no mencionar la calidad de vida de sus ciudadanos. Por ser un proceso de interconexión sin fronteras, la 4RI exige que las políticas nacionales estén integradas en un sistema global. Hoy, la globalización está definida por la expansión del comercio multilateral y bilateral; pero, en el futuro, describirá la interconectividad de los sistemas digitales nacionales y el flujo relacionado de ideas y servicios.
Si bien muchos países todavía intentan ponerse a tono de las revoluciones industriales previas, deberían reconocer que la 4RI ofrece oportunidades únicas para saltar etapas y acceder a las innovaciones más recientes. Tras recoger los frutos de la Primera Revolución Industrial, el Reino Unido se convirtió en la potencia global dominante en el siglo XIX. Fue sucedido por Estados Unidos que, más que cualquier otro país, se apropió de la Segunda y la Tercera Revolución Industrial. Estas tres revoluciones dividieron al mundo en países industrializados y en desarrollo, con una caída de la relevancia de China después de haber sido una potencia líder durante muchos siglos.
Hoy, el equilibrio de poder global se está redistribuyendo otra vez –y a una velocidad increíble-. Ahora que un solo individuo tiene los medios para causar una enorme destrucción, ya no podemos aceptar un mundo dividido entre los que tienen y los que no. En consecuencia, existe una necesidad urgente de una cooperación global y, a un nivel más fundamental, de un pensamiento fresco sobre cómo serían, en verdad, las relaciones económicas libres, justas e inclusivas en el mundo de hoy.
En el Fondo Económico Mundial estaremos empezando ese diálogo en nuestra reunión anual en Davos en enero de 2019. Por ser la principal plataforma multilateral, el Foro tiene la capacidad y la responsabilidad de llevar adelante esta conversación y, a través de nuestras redes científicas y académicas, actuar como un catalizador para las nuevas ideas. Prepararse para la 4RI requerirá un compromiso sostenido y un amplio consenso en torno a las soluciones viables. El Foro espera ofrecer el “sistema operativo” para este esfuerzo en los próximos años, en base a la convicción de que, para ser efectivos, estos diálogos deben ser asumidos por todas las partes involucradas –las empresas, el gobierno, la sociedad civil y la juventud-. También deben centrarse en buscar la cohesión social y, en el contexto fracturado de hoy, serán más efectivos si están motivados por la coordinación más que por la cooperación como principio guía.
Finalmente, debemos reconocer que estos diálogos no pueden estar motivados por una falsa dicotomía entre identidades globales y nacionales. Debemos aceptar las identidades individuales, patriotas y globalistas que existen en todos nosotros.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional sentó las bases para una paz, una seguridad y una prosperidad sostenidas. Pero el mundo ha cambiado radicalmente en los últimos setenta años, y es hora de un nuevo enfoque. Sólo aceptando ese desafío juntos podremos forjar nuestro futuro global para beneficio de todos.