El último trabajo de la OCDE pone de manifiesto cuáles son las habilidades cognitivas, digitales y socioemocionales que se necesitarán para no caer en la obsolescencia laboral. Nuevamente España destaca por encontrarse en las peores posiciones para afrontar los retos futuros sobre el empleo. Esta falta de preparación tan descarada ¿está provocada por un acuerdo político contra los españoles, para hundir su formación y provocar una situación de desempleo crónico que beneficia a las élites extractivas del país?
La desigualdad en los países desarrollados se encuentra en su punto más álgido desde hace medio siglo, poco antes de la crisis del petróleo. ¿La solución? Si dejamos a un lado la respuesta obvia (políticas de reparto de la riqueza), la OCDE tiene una propouesta en su último informe, 'Skills Outlook 2019' (algo así como Panorama de las Habilidades). “La digitalización presenta un potencial inmenso para disparar la productividad y mejorar el bienestar. Puede darle a la gente más poder sobre lo que aprenden, dónde y cómo trabajan, y su posición en la sociedad”, asegura el informe ejecutivo con el conocido optimismo institucional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
“Sin embargo, también puede incrementar las desigualdades si algunas personas o regiones se quedan atrás”, matiza. La solución pasa por realizar una fuerte inversión en el desarrollo educativo de estas habilidades. El problema quizá se encuentre en que ni en todas partes se necesitan las mismas, ni los países están igual de desarrollados. Entre los que menos problemas tendrán que enfrentarse se encuentran sospechosos habituales como Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Países Bajos, Nueva Zelanda o Bélgica. Son los que pueden presumir de “una población bien equipada con habilidades adecuadas y apoyada por sistemas de aprendizaje a lo largo de toda la vida que les permite beneficiarse de la digitalización”.
Al otro lado de la escala se encuentran Chile, Grecia, Italia, Lituania, República Eslovaca y Turquía. España ocupa un puesto medio-bajo, especialmente en lo que se refiere a su nivel de habilidades, donde todos los países excepto Turquía, Chile, Italia y Grecia nos superan. Únicamente un 23% de los individuos de entre 16 y 65 años tienen un nivel suficiente de habilidadescomo para adaptarse a la transformación digital en el entorno laboral, es decir, consiguen al menos un nivel tres según los exámenes PIAAC, el conocido como PISA para adultos.
Si bien los estudiantes de 15 años españoles obtienen mejores puntuaciones que la media de la OCDE, la juventud, especialmente los de mayor edad, empeora sensiblemente sus resultados cuando se trata de utilizar de forma compleja internet. Los trabajadores españoles con un alto riesgo de automatización (un 9,6% frente a la media del 10,9% de la OCDE) necesitarán menos de un año de formación para reciclarse, y alrededor de un 1,4% hasta tres años para hacerlo. El informe también llama la atención sobre la formación en TIC de los profesores, y recuerda que un 64,7% lo necesitan, frente a un 58,3% de la OCDE.
La puesta a punto del trabajador del futuro
Se escucha comentar una y otra vez que hay un déficit de formación en competencias, pero ¿cuáles exactamente? ¿Qué profesiones serán las más afectadas, algo que la OCDE ha respondido recientemente? en recientes ocasiones? Respecto a la formación, se trata de los tres grandes grupos de los que se habla continuamente en el ámbito académico: las competencias digitales, las cognitivas y las socioemocionales. El informe hace especial hincapié en estas dos últimas, que van más allá de las tradicionales Tecnologías de la Información y que son necesarias para “trabajar colaborativamente y con flexibilidad”.
- Objetivo número 1: Asegurarse de que todos los individuos abandonan el sistema educativo básico con un nivel de adecuado habilidades que les sirva para seguir aprendiendo a lo largo del resto de su carrera, algo que parece difícilmente garantizado en España con los actuales niveles de abandono escolar, que ronda desde hace tiempo el 20%.
- Objetivo número 2: El desarrollo de los programas de formación profesional, que deben centrarse más tanto en las habilidades cognitivas como las relacionadas con cada uno de los empleos. El trabajo también tiene su recado para la universidad, que “necesita facilitar a los estudiantes el desarrollo de un conjunto más amplio de habilidades, incluyendo las sociales y emocionales, además de las relacionadas con sus campos de estudio”.
¿De qué manera afectará la digitalización a cada empleo? El informe señala que, más allá de lo obvio –los trabajos menos rutinarios y con un mayor uso de las nuevas tecnologías se verán menos afectados que los más rutinarios que empleen con menor intensidad las nuevas tecnologías–, es probable que los trabajadores cuyos puestos sean automatizados terminen llevando a cabotareas no rutinarias relacionadas con lo socioemocional, pues aún tienen “una ventaja comparativa respecto a los ordenadores”. Y, como al robot al que se le instala un nuevo programa, se conmina a los poderes políticos a poner en marcha programas que “les equipen con el conjunto de habilidades necesarias para adaptarse a esos cambios”.
Formación a lo largo de toda la vida
Se ha repetido por activa y por pasiva, y el informe se hace eco una vez más: “Reforzar el aprendizaje a lo largo de la vida es clave para que los trabajadores y ciudadanos se adapten a los cambios en el mundo del trabajo y en la sociedad”. La petición de la institución, por lo tanto, se concreta en medidas que favorezcan el aprendizaje de adultos. Una alternativa eficaz pueden ser los MOOC, que actualmente suelen ser cursados paradójicamente por los adultos con más habilidades y que viven en las zonas de mayor desarrollo económico y que, por lo tanto, son menos vulnerables. La accesibilidad y gratuidad de los MOOC pueden hacer que lleguen donde más lo necesitan, a los estratos socioeconómicos menos favorecidos.
España es uno de los países donde más se utilizan esta clase de herramientas, tan solo superados por Corea y EEUU. Un 15,43% de la población española utilizó alguna clase de estos cursos durante el último año. “Hay un consenso cada vez mayor sobre la importancia de las habilidades transversales o 'del siglo XXI' tales como el pensamiento crítico y creativo, la resolución de problemas, tomar decisiones bien informadas al utilizar tecnología y la colaboración”, señala el informe. Aprendizajes que, matiza, no pueden impartirse “a expensas de los contenidos”.
“La brecha en habilidades emerge a una edad temprana entre los niños de diferentes estatus socioeconómicos y diferentes localizaciones geográficas”, añade el informe, haciéndose una vez más eco de aquella advertencia que pronunciase en Madrid Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE. El gran riesgo en el futuro inmediato no es únicamente la digitalización, sino la posibilidad de que esta amplíe aún más, y de forma irreversible, la ya de por sí amplia diferencia entre los ganadores y perdedores de la sociedad del futuro.
El fracaso escolar en la UE y la africanización de España
El nivel educativo (y también la política educativa) es un buen indicador del nivel de desarrollo que, en muchos aspectos, puede tener un país. En ese sentido, el fracaso escolar refleja también los fallos del sistema y los niveles de fragilidad social y económica de un país.
El panorama europeo general no presenta rupturas muy diferentes a las de otras variables como la riqueza, el desempleo, la inversión en I+D o la gobernanza de los territorios. Por un lado existe un centro europeo con bajos niveles de abandono escolar y un arco periférico del este al sur de la Unión donde los índices de personas que no completan los estudios obligatorios se vuelve elevado.
Bien es cierto que quienes peor salen parados en esta variable son, sobre todo, España y el sur de Italia. El este de Europa, aunque en muchos aspectos son economías en transición hacia niveles de pleno desarrollo, no presentan unos porcentajes desmedidos de abandono escolar. Esto se puede comprobar en países como Polonia, República Checa o las repúblicas exyugoslavas de la Unión, como Eslovenia y Croacia, donde la gran mayoría de la población joven ha completado sus estudios obligatorios. Incluso en Grecia, país golpeado muy duramente por la crisis económica en esta década pasada, los jóvenes han seguido formándose.
La otra cara del fracaso escolar es, precisamente, el sur italiano y buena parte de España. A pesar de ser dos de las potencias económicas de la Unión, presentan importantes problemas en sus sistemas educativos, lo que lastra otros aspectos del país. En el caso español su sistema educativo se vio perjudicado por los años de burbuja inmobiliaria. El rápido auge de este sector generó un modelo de empleo bien remunerado y que requería poca formación, lo que supuso un imán para muchos jóvenes que decidieron integrarse en ese mercado laboral en vez de continuar la formación. Con el estallido de la burbuja a partir de 2008 es cierto que una parte importante de jóvenes han regresado al sistema educativo, pero esas lógicas también están detrás, por ejemplo, de los elevados niveles de desempleo estructural que presenta España.
La otra cara de la moneda: desempleo masivo y precarización laboral
Las cifras del desempleo en la Unión Europea se han convertido en una herramienta para comprobar las evidentes disparidades que todavía existen entre distintas zonas comunitarias. En buena medida, son un reflejo de las debilidades estructurales que atraviesan algunas de las economías de la Unión. En 2019 los grandes perjudicados siguen siendo los países del sur (Grecia, Italia y España, principalmente), frente a un centro de Europa que se encuentra cerca de niveles estructurales de desempleo.
Pero esto no siempre fue así. En los años previos a la crisis, los niveles de desempleo eran relativamente similares en Europa. Era una época que la que las grandes potencias de la Unión no estaban en su mejor momento económico y los países del sur experimentaban una etapa de importante crecimiento, en muchos casos apuntalada por burbujas de inversión o de sectores productivos concretos, como le ocurrió a Grecia o a España.
Pero al llegar la crisis, la resiliencia de los modelos productivos se puso a prueba. Las economías más industrializadas y con mayor aporte de valor añadido resistieron mejor el embate (caso de Alemania) mientras los países menos productivos y más dependientes de determinados sectores o de las finanzas públicas se desmoronaron, aumentando rápidamente las cifras de desempleo.
Esa fragilidad también se ha evidenciado en los años de recuperación posterior. Mientras que los países menos impactados por la crisis ya han alcanzado niveles de desempleo iguales o incluso mejores que en los años previos a esta, los países del sur aún no se han recuperado, lo que evidencia que han heredado importantes secuelas que pueden tardar mucho tiempo en sanar.
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