Mucha atención a este tema, que no debería pasar desapercibido dentro de la tradicional atonía mediática de agosto: el Banco Popular de China anuncia que su moneda digital está prácticamente lista, tras cinco años de desarrollo, sin dar aún fecha alguna sobre su eventual puesta en circulación.
El país que más importancia adquirió, por un tema en principio meramente cuantitativo, en el desarrollo de las criptomonedas, y el que más intentos ha hecho de controlar su desarrollo a través de sucesivas prohibiciones, se ha propuesto hacer lo que muy pocos otros países han hecho: en lugar de tomar una actitud de simplemente «mirar y esperar», ha puesto en marcha su propio proyecto, con un control completamente centralizado como todo en el gigante asiático, y pretende aprovechar las indudables ventajas de las criptomonedas lanzando la suya propia. No se trata de un cambio de opinión, sino de una reinterpretación de la idea de las criptomonedas, con una visión sensiblemente más innovadora que la de otros países.
Todo indica que la estructura de la moneda virtual china tendrá poco que ver con la de las criptomonedas actuales: tendrá una supervisión establecida a dos niveles, con el Banco Popular de China por encima y los bancos comerciales del país por debajo, para ser capaces de gestionar la enorme y populosísima economía china, y no dependerá únicamente de la cadena de bloques, considerada demasiado ineficiente como para llegar a gestionar semejante volumen de transacciones. La idea confesable es generar una moneda estable, un vehículo transaccional moderno que recoja las ventajas de una criptomoneda, pero que no aporte la inestabilidad y fluctuación que muchas de las criptomonedas actuales traen consigo. La obviamente no tan confesable, o no tan publicitada, es la de aportar una trazabilidad total a las transacciones económicas, evitando así los problemas derivados del dinero en metálico, tales como delincuencia, economía sumergida, etc., muy en la línea de la rígida política de control de la población del gobierno chino.
Esta aproximación puede resultar desilusionante para los entusiastas de las criptomonedas, pero por otro lado, puede suponer un punto de partida para muchos países que no han tomado aún una actitud proactiva al respecto: más allá del absurdo populismo y la huída hacia adelante de estados fallidos como Venezuela con su petro, China se plantea el futuro del dinero en su economía, y trata de buscar soluciones para lo que considera sus problemas. En un horizonte de futuro en el que las criptomonedas jugarán sin duda un papel fundamental, este movimiento debe ser muy tenido en cuenta, porque definirá muchas de las tendencias que otros países tendrán en consideración. Muy alejado de los ideales iniciales de la comunidad de desarrollo de las criptomonedas, muy tamizado por la practicidad y por los intereses particulares de una de las mayores economías del mundo, pero necesariamente un objeto de estudio.
Si no tenías aún este tema en tu radar, vete poniéndolo.