La organización paragubernamental Plataforma per la Llengua se benefició entre 2013 y 2018 de subvenciones exentas de concurso por valor de 3.720.000 euros, gracias a dos convenios trienales aprobados en tiempos Ferran Mascarell. A esa cantidad se suman las ayudas de ayuntamientos, diputaciones y otras instituciones. Sólo en 2015 se hizo con 20.000 euros de la Diputación de Barcelona, y 12.000 de las diputaciones de Tarragona y Lérida.
A la fiesta se ha sumado en los últimos tiempos la Generalitat Valenciana, que, a través de la Dirección General de Política Lingüística, contribuyó a la causa en 2016 con 41.000 euros. La PLl destina parte de esos fondos a la elaboración de informes sobre el grado de difusión del catalán en la enseñanza, el comercio o los medios de comunicación, en los que aparecen señaladas aquellos organismos y empresas que, a juicio de los autores, incumplen los estándares de afección.
En el que corresponde a 2018, publicado hace unos días, la PLl afea a Playmobil que el catalán no figure entre los 25 idiomas, incluido el maltés, en el que se hallan las instrucciones de los juguetes que comercializan en España. Asimismo, reprende a las cadenas hoteleras Iberostar, Riu Hoteles, Meliá y Barceló, con sede en Baleares, por no tener la web en catalán, o lamenta que “sólo 5 de los 16 jueces nuevos en Cataluña hayan prometido o jurado el cargo en catalán”. El adverbio, en estos casos, es un mero automatismo. Si en lugar de 5 fueran 15, la misma PLl o alguna asociación hermana enarbolaría la consigna de “hablar con el decimosexto”.
Pero el apartado que más llama la atención es el referido al uso del catalán entre escolares de ESO durante el recreo. “Sólo el 14,6% de las conversaciones de los alumnos de la ESO en el patio son en catalán en las zonas urbanas de Cataluña. Así lo indica un estudio sociolingüístico que ha llevado a cabo la Plataforma por la Lengua en 50 centros educativos de ciudades catalanas”. Me he interesado por la metodología de ese estudio, pero está “pendiente de publicación”. Hay, no obstante, una tesis doctoral de 2007 titulada precisamente “Les llengües a l’hora del pati” (“Las lenguas en la hora del patio”), que brinda una prolija explicación al respecto. En lo sustancial, se trata de averiguar cuál es la lengua en que se desenvuelven los niños de forma espontánea, esto es, en ausencia de coerción.
El empeño de la filóloga en asentar una taxonomía de lo indómito, en sanear los usos lingüísticos, no es más inquietante que el procedimiento que utiliza para ello: alumnos portando casetes ocultas bajo la ropa. El nacionalismo, en efecto, en carne viva.
Una vez elegidas las escuelas que debían formar parte de la muestra, se estableció contacto con los centros. Si la dirección del centro aceptaba la participación en el proyecto, se iniciaba la selección de las aulas y de los informantes; si no, la escuela se sustituía por otra de características similares. De cada centro se seleccionó un aula de segundo curso de ciclo superior de educación primaria (en las escuelas en que había más de una, se eligió una al azar). Se escogió este nivel porque es el último curso de la educación primaria, etapa educativa a que se han dirigido la mayor parte de los esfuerzos de la política lingüística centrada en el sistema escolar, y esto puede ayudar a conocer los efectos de la adopción del catalán como lengua vehicular de la enseñanza en los usos lingüísticos informales del alumnado. […] Para garantizar la espontaneidad de los datos, se optó por registrar semisubrepticiamente las conversaciones que los niños mantenían en actividades no monitorizadas.
Para llevar a cabo la grabación, una opción habría sido ubicar un aparato de grabación en un punto determinado del espacio de juego, pero este procedimiento no aseguraba la recogida de muestras de habla de niños catalanohablantes, castellanohablantes y bilingües. La otra opción era pedir a tres niños de cada escuela (uno de cada grupo de lengua familiar) que se escondiera el aparato bajo la ropa durante el tiempo de recreo, y así se aseguraba la presencia de la tipología de individuos según la lengua familiar en las conversaciones. Finalmente, se optó por este último procedimiento.
El sistema empleado no permite calificar los datos obtenidos de completamente espontáneos, porque la grabadora ha condicionado diversos aspectos de la interacción. Considero que son datos fiables para analizar las pautas del uso lingüístico espontáneo, aunque es mejor referirse a ella como muestras de habla cuasi espontánea o seminformal. Entre todas las técnicas posibles para la grabación, la que se ha empleado parece la más adecuada de acuerdo con los objetivos fijados en esta investigación.
Por un lado, la opción para sistemas audiovisuales en vez de aparatos de grabación de sonido podría haber aumentado la cantidad de información recogida (por ejemplo, habría incluido aspectos de tipo gestual) o facilitado la identificación de algunos de los hablantes (imposibles de reconocer únicamente mediante la voz). Sin embargo, una cámara de vídeo habría sido muy difícil de esconder en el espacio de juego e imposible de ocultar bajo la ropa de un niño, y esto habría actuado en detrimento de la espontaneidad de los datos. Además, hay que tener en cuenta que una grabación audiovisual ambiental (en caso de que la cámara se hubiera podido esconder con suficientes garantías de pasar desapercibida) no habría asegurado la presencia de los tres tipos de hablantes (como tampoco se aseguraba con la grabación de sonido ambiental). […] Algunas de las ventajas que he señalado para los sistemas de grabación audiovisuales se extienden a la observación directa por parte de un sujeto externo.
Si un investigador hiciera el seguimiento del grupo durante un periodo continuado y suficientemente extenso, se podría llegar a identificar las pautas de comportamiento lingüístico de todos y cada uno de los niños la identidad no se puede determinar únicamente con la voz. Este investigador debería conseguir que el grupo lo aceptara como un miembro más, o, cuando menos, que su presencia pasara desapercibida, de otro modo los efectos de la conocida paradoja del observador (el investigador acerca a los sujetos para estudiar su comportamiento, pero su presencia tiende a modificarlo) podrían llegar a alterar seriamente la fiabilidad de los datos. Esto pide que el investigador pase mucho tiempo con los niños (por ganarse su confianza y poder observar su comportamiento con profundidad). La dedicación que requiere una metodología de este tipo hace que sea imposible de aplicar a 52 escuelas.
Es por todo ello que la elección de la grabación subrepticia de audio pareció la opción que se ajustaba mejor a las necesidades de la investigación: proporciona garantías razonables de validez con respecto a la espontaneidad de los datos, reduce los efectos de la paradoja del observador y permite la aplicación a una muestra relativamente amplia. Hay que tener en cuenta que una vez que se habían llevado a cabo las grabaciones, las investigadoras ofrecían a los niños la posibilidad de borrar la cinta.