El Fondo Monetario Internacional es una institución financiera nacida a partir de Bretton Woods en el año 1944. Su principal objetivo se centraba entre los 44 países fundacionales establecer una cooperación económica internacional para evitar que se repitieran un escenario de devaluaciones competitivas sobre el tipo de cambio que propició una fuerte inestabilidad monetaria especialmente en la Gran Depresión de los años treinta.
Si atendemos a la descripción de su página web: El FMI promueve la estabilidad financiera y la cooperación monetaria internacional. Asimismo, facilita el comercio internacional, promueve el empleo y un crecimiento económico sostenible y contribuye a reducir la pobreza en el mundo entero.
La función del FMI no es otra vez que otorgar préstamos a los países miembros para lograr determinados objetivos, pero a cambio pide que se cumplan determinados requisitos para el cumplimiento efectivo de los pagos. Sin embargo, su papel la África subsahariana ha sido y es más bien cuestionable.
Perpetuando la pobreza en la África subsahariana
Después de 75 años con esta institución y miles de millones de dólares de presunta ayuda de los países desarrollados que sean canalizado a través del FMI y otras instituciones como pueden ser el Banco Mundial, han tenido un impacto notorio en la pobreza... Perpetuándola.
Para los economistas del FMI, el problema del Tercer Mundo se debe a falta de capital, y por ello lo que hay que hacer es tirar billetes encima para que su economía brote. Desde el punto de vista de los países occidentales, los países que son pobres no pueden salir por si mismo de ese estado de pobreza y deben brindarles una ayuda.
Los países desarrollados viven en una constante contradicción y es que destinan miles de millones de dólares a regiones pobres en forma de ayuda pero, sin embargo, se niegan al comercio con los productores de los países pobres, provocando restricciones en las importaciones y, por lo tanto, impidiendo el proceso de apertura y libre mercado.
El FMI ha tenido un papel muy protagonista en África. Iniciaron un proceso de apoyo de esas economías entre finales de los años setenta y principios de los ochenta con el objetivo final de acelerar el proceso de desarrollo económico. Esa ayuda no es gratis sino se incorporó en forma de deuda, por lo que las ratios de deuda se dispararon.
En el siguiente gráfico podemos apreciar que entre 1980 y 2000 la deuda pública para la África subsahariana se triplicó. Inicialmente la deuda pública se situaba en una media del 30%, y ya en 1987 se disparó hasta el 83% del PIB. Esa deuda siguió creciendo pero hacemos más lento hasta alcanzar un máximo del 103% en el año 2000.
Para un país lo más relevante no es cuanta deuda soporta, sino qué capacidad de pago tiene sobre los vencimientos que se van produciendo. Muchos países africanos sufrieron serias dificultades por la consecuencia de aumentos de los precios del petróleo, la disminución de los términos de intercambio que originó fuertes tensiones inflacionistas.
Como resultado de esa deuda en dólares, los atrasos de vencimientos y los intereses se convirtieron en una parte creciente de la deuda pendiente. En 1999, esos atrasos representaban el 30% de la deuda del continente, en comparación con el 15% en la década de 1990 y el 5% para todos los países en desarrollo.
Entre los años 1980 y 2000, los países del África subsahariana habían afrontado pagos por más de 240.000 millones de dólares en servicio de deuda, lo que significaba aproximadamente cuatro veces la deuda que soportaban en 1980. Especialmente hay que remarcar el caso de Nigeria, que en 1978 el país pidió prestado 5.000 millones de dólares y para el año 2000 había afrontado pagos por 16.000 millones y debiendo aún 31.000 millones.
¿Los resultados? La Organización Internacional del Trabajo informó en 1990 las consecuencias en términos de salarios africanos: "una fuerte caída en los salarios reales. Para ser más específicos, una disminución media del 30% entre 1980 y 1986. En varios países, la tasa promedia descendía un 10% cada año desde 1980.
Vistos los resultados, en 1996, el FMI y el Banco Mundial encararon un nuevo proyecto de alivio de la deuda de los países pobres muy endeudados, la Iniciativa para la reducción de la deuda de los países pobres muy endeudados (PPME). La Iniciativa para los PPME tuvo por objeto resolver los problemas de la deuda de los países pobres más endeudados (originalmente 41 países, en su mayor parte de África), con una deuda total de cerca de 200.000 millones de dólares.
Esos programas de asistencia financiera no ofrecieron resultado alguno sino más bien un prolongado estancamiento. A partir del alivio de la deuda se ve un punto de inflexión en sus economías en las que se dinamizó desarrollo.
Pero incluso, a pesar de las mejorar conseguidas a partir del siglo XXI, vemos unas situaciones de conflicto que están viviendo estos países están generando oleadas de inmigración hacia Europa en busca de un futuro mejor y alejarse de situaciones bélicas, economías empobrecidas por gobiernos que vulneran sistemáticamente la propiedad privada.
Tras perpetuar la pobreza en la África subsahariana, el FMI les recomienda más Estado
Normalmente las recomendaciones del FMI tienden a perseguir la estabilidad presupuestaria, pero lo hacen con una consigna bastante clara: hay que incrementar el peso del Estado en la economía o en otras palabras, hay que subir impuestos para cubrir los desequilibrios fiscales.
Tras hundir a África en varias décadas de estancamiento, ahora su recomendación es, más Estado. Normalmente el FMI tiende utilizar eufemismos, por ejemplo, en su último informe, la autoridad supranacional ha publicado un informe sobre el África subsahariana en el que su recomendación estrella es “movilizar los ingresos”.
La movilización de los ingresos internos es uno de los problemas de política más acuciantes a los que se enfrentan los países del África subsahariana. Casi todos los países están tratando de recaudar ingresos para avanzar hacia el logro de sus objetivos de desarrollo sostenible, preservando al mismo tiempo la sostenibilidad fiscal. A pesar de los importantes progresos realizados en la movilización de ingresos en los dos últimos decenios, el África subsahariana sigue siendo la región con la proporción más baja de ingresos en relación con el PIB.
Examinando los factores estructurales que explican este bajo desempeño, se estima que la región podría, en promedio, movilizar entre el 3 y el 5 por ciento del PIB en ingresos tributarios adicionales, significativamente más de lo que la región ha recibido cada año de la ayuda internacional.
Las medidas clave consistirían en fortalecer los sistemas del impuesto sobre el valor añadido, racionalizar las exenciones y ampliar la cobertura de los impuestos sobre la renta. [...] También son fundamentales el desarrollo de nuevas fuentes de tributación, como los impuestos prediales, y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías que podrían facilitar el acceso a una información más fiable.
Para la institución, un estado grande es sinónimo de prosperidad. Pero el error viene dado de cómo se ha llegado hasta ahí, y es que ningún país desarrollado ha llegado a los actuales niveles de prosperidad partiendo de una administración pública con un gran peso en la economía.
Es más, si nos remontamos en el siglo XIX, el punto de partida de las actuales economías occidentales, tanto Estados Unidos como la Europa occidental mantenían un peso del gasto público entre un 10 y 15 por ciento del PIB, por lo que la situación de partida era de unos Estados más bien pequeños que permitieron que la iniciativa privada y la libre empresa predominarán en el desarrollo de la industria para hoy beneficiarse del proceso de acumulación de capital vivido.