India es un gigante económico, militar, cultural y tecnológico. Su crecimiento económico es aparentemente imparable y su poder regional y mundial ya es evidente. La fragilidad de su democracia, las desigualdades que plagan el país y las complicadas relaciones que mantiene con sus vecinos son algunos de los asuntos que empañan el futuro de India
En otro tiempo la joya de la Corona británica, los años no han disminuido el inmenso valor de India. Situada entre Oriente Próximo, Asia central, el sudeste asiático y China, su posición geográfica es realmente estratégica. India ocupa también un puesto fundamental en el océano Índico, escenario clave en algunas de las cuestiones geopolíticas más importantes del momento.
El milagro chino ha desviado la atención del ascenso de este otro gran gigante. Sin embargo, Nueva Deli es la capital de la democracia más grande del mundo y de uno de los grandes poderes emergentes en el panorama internacional. Económicamente, su crecimiento es aparentemente imparable y podría superar al de Pekín el próximo año. India posee activos fundamentales para continuar su desarrollo: sus habitantes constituyen un sexto de la población mundial y son, además, anglófonos y jóvenes en un mundo que envejece a un paso vertiginoso. Con más reformas para reforzar el aperturismo económico sobre la mesa, todo apunta a un futuro próspero para India. Las predicciones económicas también son optimistas en cuanto a la sostenibilidad de este crecimiento.
Hace diez años, Hillary Clinton se refirió a India como “una potencia mundial”, pero hay ciertos asuntos que podrían interponerse en el camino de Nueva Deli. Las desigualdades y tensiones que plagan el país y las tóxicas relaciones que mantiene con algunos de sus vecinos son algunos de los asuntos que empañan el futuro de India. Tradicionalmente relegada a un estatus periférico y poco influyente, la India tiene el potencial para convertirse en un poder regional e incluso mundial.
¿La democracia más grande del mundo?
India fue colonizada por el Imperio británico en el siglo XVIII. Dos siglos más tarde, su lucha por la independencia, marcada por la no violencia y liderada por Gandhi, se convirtió en uno de los hitos del siglo XX. La convicción liberal y el idealismo de Jawaharlal Nehru, su primer líder, guiaron al país hacia un camino democrático. En enero de 1950 se aprobó la Constitución de India, que preparaba a la nueva república para la celebración de sus primeras elecciones al año siguiente y convertía India en la democracia más grande del mundo. Cada cinco años, este país de más de mil millones de ciudadanos puede ir a las urnas. Las mastodónticas elecciones de 2014 fueron, con un de récord de participación del 66,4%, el ejercicio democrático más grande de la Historia.
Sin embargo, como en toda democracia, votar es solo una parte. El éxito del sistema democrático en India se ha cuestionado con acusaciones de irregularidades en las elecciones y la falta de salud democrática de sus instituciones —el índice de The Economist sitúa a India como una “democracia con fallos”—. Entre sus deficiencias, casi un tercio de los diputados son descendientes de otro y entre un quinto y un tercio tienen cargos judiciales, con imputaciones como asesinato, violación y extorsión.
Durante el mandato de Narendra Modi, muchos activistas han denunciado que las instituciones democráticas se han erosionado aún más. Aunque India tiene un largo recorrido en cuanto a movimientos sociales y defensa de los derechos civiles, el Gobierno ha tomado una serie de medidas que han reducido el espacio de maniobra de la sociedad civil. Por ejemplo, solamente de enero a agosto de 2018 el Gobierno cerró internet 97 veces.
También cabe cuestionar la realidad de esta democracia más allá de las altas esferas políticas. El sistema de castas, pese a ser abolido tras su independencia, aún sigue pesando enormemente sobre la sociedad india, donde está profundamente arraigado. En parte gracias a la instrumentalización que hacen sus políticos de esta jerarquía para movilizar votos, la violencia y la explotación de las castas más bajas ha crecido en los últimos años: un 10% de 2000 a 2016. Solamente en 2016 se declararon 40.000 delitos contra las castas más desaventajadas y, de los 145.000 casos que involucraban a las castas más bajas en 2016, un 90% seguía a la espera de juicio. Pese a ello, las tasas de encarcelación en estos casos han decrecido de un 38% a un 16%. En este contexto, el Tribunal Supremo dictó en 2018 una sentencia que enmendaba la Ley de Prevención de Atrocidades contra Castas y Tribus para proteger de chantajes a funcionarios y empleadores. La decisión enturbió aún más la situación y provocó una oleada nacional de protestas que acabaron con nueve muertos.
El sistema de castas es solo una de las numerosas brechas que plagan una sociedad altamente desigual. En temas de género, India encabeza la lista de los países más peligrosos para vivir siendo una mujer. Aunque la Constitución reconoce la igualdad de todos los ciudadanos, la discriminación y la violencia que sufren las 650 millones de mujeres que viven en India es tan precaria que se ha llegado a considerar la violación de derechos a mayor escala del mundo. El 42% de las jóvenes indias han sufrido abusos sexuales antes de los 19 años y la mitad de la población justifica la violencia física ocasional contra las mujeres. Solamente en 2016 las agresiones sexuales contra mujeres menores de edad aumentaron un 82%, lo que apunta a que la situación está aún lejos de mejorar.
India es culturalmente un país muy rico y heterogéneo, multiétnico, plurirreligioso y multilingüe, aunque dominado por una clara mayoría hindú, que constituye el 80% de la población. La mayoría de los hinduistas del mundo viven en India y el crecimiento de la comunidad musulmana, aunque una minoría, podría convertirla en el segundo país con más musulmanes del mundo en las próximas décadas. Aunque la Constitución es de carácter secular, la realidad de la discriminación y la violencia es bastante diferente. En primer lugar, las minorías religiosas están infrarrepresentadas en el Parlamento. Además, la convivencia interreligiosa no ha sido fácil y ha empeorado sustanciamente en los últimos años: en 2015 India ocupó el cuarto puesto en el índice de hostilidades sociales, que mide tensiones y violencia religiosas, solamente por detrás de Siria, Nigeria e Irak. Particularmente, el extremismo hindú y las tensiones con la comunidad musulmana han aumentado alarmantemente. Solamente entre 2014 y 2017 los ataques de odio motivados por diferencias religiosas aumentaron un 28%. Un claro ejemplo de ello es la formación de los llamados vigilantes de vacas, grupos de extremistas hinduistas que actúan en defensa del animal —sagrado para muchos creyentes— y que llegaron a matar a un musulmán al que acusaban de haber comido res.
En resumen, las limitaciones de esta democracia en la práctica son muchas. Los Gobiernos democráticos de India se han quedado cortos a la hora promover el desarrollo de sus instituciones, atajar las desigualdades sociales y paliar las tensiones de su pluralidad, lo que no ha permitido al país funcionar como una sociedad completamente democrática. Pero el vaso no tiene por qué estar medio vacío. India ha celebrado elecciones cada cinco años exitosamente y sus ciudadanos se las toman muy en serio. Mirándolo con perspectiva, el progreso democrático en la última década también es positivo. El hecho de que la democracia india haya resistido las presiones de su pluralidad y seguido adelante pese a unas condiciones socioeconómicas no demasiado idóneas para su florecimiento apunta a su resiliencia y voluntad de continuar, incluso a pesar de los obstáculos que afronta.
El despertar del elefante económico
Tras la independencia en 1947, Nehru heredó un país con una economía completamente trastornada cuya riqueza había mermado la colonización y con 370 millones de personas desnutridas como resultado de la pobreza extrema. Entonces India adoptó un sistema de tintes socialistas y planificación central que resultó en un gran avance en temas como educación, salud e infraestructuras. Sin embargo, el modelo autárquico no favoreció un mayor desarrollo económico y, finalmente, se desmoronó con la caída de la URSS y la guerra del Golfo, que llevaron a India al borde de la bancarrota.
Tras esta fuerte crisis en los 90, el rescate internacional impuso a Nueva Deli reformas de liberalización económica que abrieron India al libre mercado. Desde entonces, su capacidad de consumo aumentó, así como las inversiones y exportaciones. Todo esto propició un vertiginoso crecimiento económico que aún sigue sorprendiendo. India tiene ahora mismo un PIB que duplica el de España y en 2017 sobrepasó a Francia como sexta economía más grande del mundo; a finales de 2019 se espera que supere también a Reino Unido. India ya es líder en sectores como tecnología de la información, energías renovables y, en general, nuevas empresas e innovación.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos se muestra optimista con las perspectivas de crecimiento de India. Mientras que el de China parece estancarse, el ascenso económico del nuevo gigante asiático continúa robusto. El potencial de India para continuar su crecimiento es incalculable. La mitad de sus habitantes tiene menos de 25 años, lo que podría convertir a India en el país más joven del mundo en 2020, y, con sus más de 400 millones de usuarios, supone también el segundo mercado más grande de internet después de China. Su vastísima población activa, cada vez mejor formada, acelera la productividad y da dinamismo a la economía. India cuenta con una clase media con un alto poder adquisitivo que, aunque ahora solo constituye el 19% de la población, se espera que llegue al 70% en los próximos 30 años. Asimismo, está inmersa en el crecimiento de su población urbana y el desarrollo de ciudades inteligentes.
No obstante, para poder aprovechar al máximo este potencial aún es necesario el fortalecimiento de sus instituciones, y el progreso en temas de educación y sostenibilidad. El 90% de la economía india está sumergida y el sector rural se encuentra actualmente bajo una presión aplastante. Igualmente, Nueva Deli aún arrastra varios lastres en temas de repartimiento de la riqueza. Pese a su impresionante crecimiento económico, los niveles de desigualdad han empeorado recientemente. Es cierto que últimamente India ha alcanzado algunas metas en este sentido: ha logrado dejar de ocupar el primer puesto en la lista de países con un mayor número de personas en condiciones de pobreza extrema y la cifra decrece a una velocidad acelerada —entre 44 y 100 personas por minuto—. Aun así, 73 millones de personas siguen viviendo en condiciones de pobreza extrema mientras que el 1% posee más del 70% de la renta nacional. La economía india está en expansión, pero sus déficits sociales e institucionales hacen que Nueva Deli aún no esté preparada para aprovechar todas las oportunidades de su aperturismo económico y su vastísimo potencial.
Un vecindario alborotado
Además de superar sus tensiones internas, India tendrá que hacer frente a un panorama internacional crecientemente volátil. Nueva Deli ocupa un puesto privilegiado en la economía y la política internacionales, pero, para convertirse en un poder regional o incluso mundial, tendrá que esquivar las reverberaciones regionales de la creciente rivalidad entre China y EE. UU., además de entablar buenas relaciones con unos vecinos con los que no empezó con demasiado buen pie.
Algunas de las enemistades con las que India todavía tiene que lidiar tienen su origen en sus primeros momentos como país independiente. Tras las tensiones derivadas de la partición del subcontinente, la primera guerra indo-pakistaní tuvo lugar en 1947 por disputas sobre la soberanía de Cachemira. La partición supuso un punto de inflexión en la Historia del sur de Asia y desencadenó un torbellino de violencia intercomunal y la oleada migratoria más masiva de la Historia. Más de 70 años y dos guerras después, las tensiones entre India y Pakistán —ahora armados con bombas nucleares— siguen amenazando la estabilidad regional.
India, como otros muchos Estados poscoloniales que obtuvieron su independencia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, emergió en un panorama internacional altamente volátil y completamente polarizado. Fue entonces cuando Nueva Deli tomó parte en la fundación del Movimiento de Países No Alineados durante la conferencia de países asiáticos y africanos a principios de los 50. Sus objetivos, encapsulados en los diez principios de Bandung, eran defender el derecho a la autodeterminación, el no uso de la fuerza frente al colonialismo y la política de bloques.
A nivel regional, Nehru redactó junto con China los Cinco Principios para la Coexistencia Pacífica y llevó a cabo negociaciones con Pekín, pero las buenas intenciones no pudieron evitar el incremento de las tensiones que culminaron en el enfrentamiento militar de 1962. Como con Pakistán, el fin de la guerra —de la que Pekín salió victoriosa— no acabó con las hostilidades entre ambos países. Sus disputas fronterizas y sobre la soberanía del Tíbet siguen latentes hoy. De hecho, la enemistad entre estos dos poderes nucleares ha desatado recientemente tensiones tanto en la frontera como en los océanos Índico y Pacífico, donde ambos países pretenden jugar un papel crecientemente influyente.
En los últimos años, con un panorama regional cada vez más inestable, la política exterior india se ha vuelto más activa. La Nueva Ruta de la Seda y la consecuente creciente presencia de China en la región han hecho saltar las alarmas en Nueva Deli. India se ha opuesto abiertamente al Corredor Económico Sino-Pakistaní, que, además de acercar distancias entre sus dos enemigos, tiene importantes consecuencias estratégicas para el equilibrio de poder en la región. En parte como alternativa a los planes de gobernanza de Pekín, 2017 vio resucitado el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral entre Estados Unidos, Japón, Australia e India, que, tras diez años de inactividad, ahora puede jugar un papel importante en la región. Asimismo, Modi transformó la política de “atender al Este” por “actuar en el Este”, lo que subraya un mayor compromiso y la voluntad de tomar parte en su cambiante vecindario.
¿La siguiente superpotencia?
El creciente peso de India en lo económico, militar, cultural y tecnológico a nivel regional y mundial es evidente. El carácter democrático de India, sus dinámicas económicas y su riqueza cultural y étnica la convierten en un modelo único de poder emergente. Pese a que la democracia india anda lejos de la perfección, no se puede desdeñar el hecho de que Nueva Deli ha conseguido institucionalizar un gobierno representativo en uno de los países históricamente más oprimidos y en condiciones lejos de ser óptimas.
Es cierto que aún quedan muchas cuestiones por resolver en Nueva Deli, empezando por sus tensiones y desigualdades internas. Además, más allá de medir su crecimiento, India aún se tiene que preguntar cuál es su ambición tanto mundial como regional, especialmente teniendo en cuenta que sus relaciones con Pakistán y China son de una trascendencia geopolítica innegable. Todo esto no quita que India tiene mucho potencial para resolver sus problemas y crecer económica, cultural y geopolíticamente. Cómo conseguirá Nueva Deli hacer frente a la tensión entre sus lastres y oportunidades para abrirse camino en un panorama crecientemente complicado es algo que veremos en los próximos años.
Más información
India’s Democratic Constitution, Sri Ram Sharma en Foreign Affairs, 1950
The Anatomy of an Internet Blackout: Measuring the Economic Impact of Internet Shutdowns in India, ICRIER, 2018
Democracy In India Part 1: BJP, Congress prioritise community over individual, use caste and religion to enslave citizens, Tufail Amad en Firstpost, 2018
India, el paraíso perdido de las mujeres, Meng Jin Chen en El Orden Mundial, 2018
Freedom in the World 2018: India, Freedom House, 2018
India can’t become a global economic power with an uneducated, unhealthy workforce, Sonali Campion en Quartz, 2015
Cachemira: una historia de rivalidad, Fernando Rey en El Orden Mundial, 2016
India, ¿el despegue de la próxima superpotencia?