Siguiendo la tendencia hacia a la hecatombe, los partidos han empezado a ofrecer lo que llaman "racionalización de horarios", a lo que Rajoy se ha apuntado, prometiendo que la gente no trabajará más allá de las seis de la tarde. Y todos felices. La única racionalización de verdad sería la que aumente, o al menos no afecte, a la productividad.
Esto es así porque, aunque casi nadie lo dice, sin aumento de productividad no hay aumento de renta que distribuir entre empresa y trabajadores. Por lo tanto, de la productividad depende no sólo el salario real del trabajador sino la capacidad de invertir, aumentar la plantilla y mejorar los salarios. La economía es ineludiblemente un proceso de decisiones intertemporales. Esto quiere decir que hay que estar siempre pensando en el futuro. Las decisiones sobre el presente deben incorporar un cálculo de las consecuencias para el futuro.
Si él gobierno de turno decide arbitrariamente regular los horarios, manipular la jornada laboral, etc., se está tomando frívolamente la cuestión. La productividad es un resultado del ámbito empresarial, por lo que, en principio, el gobierno debería legislar lo que es común a todas las unidades de producción y dejar que cada una se organice con sus trabajadores. La productividad del trabajo se obtiene de dividir el producto obtenido por la cantidad de (u horas) trabajadas. ¿Y qué ha pasado con la productividad en España? Pues lo que se llama en este documento del BdE "una paradoja", un "puzzle".
Durante los años de la burbuja, languidecía y desde la crisis, al revés de lo que sucede en los demás países desarrollados, la productividad ha rebotado de forma misteriosa. Para justificar este misterio el INE dice usar muchas fórmulas y mucha matemática, pero no consiguen explicar un milagro que permitiría modificar todos los libros de economía y hasta conseguir el premio Nobel para esos estadísticos tan sesudos.
Pero esta farsa grotesca no se sostiene si observamos el gráfico superior que compara el PIB com el empleo. Hasta 2008 el PIB y el empleo iban a la par. Los "desmarques" de la productividad eran difíciles, pero explicables por mínimos y breves en el tiempo. Pero en 2008 hubo un cambio metodológico en la elaboración del PIB que nunca se ha explicado, gracias al cual por cada tres unidades perdidas de empleo solo se pierde una unidad de PIB. Muy difícil de creer, porque con este resultado la productividad (PIB/empleo) aumentara mucho más que en los demás países (europeos y EEUU).
Lo cual hace doblemente sospechosa la estimación del PIB. Porque observen lo que decimos: nada más y nada menos que, en la crisis, en los demás paises el PIB cayó más que en España, acorde más o menos con la caída del empleo. Pero en España se produjo un milagro: de repente los trabajadores nacionales se volvieron los más eficaces del mundo. Es decir, con la inversión en equipo y tecnología cayendo a pico (lo que quiere decir con menos capital y tecnología que antes) y con menos trabajadores que nunca, el PIB aumentaba con una potencia nunca vista. Por lo tanto, la cifra de PIB o de productividad no son fiables.
Están infladas por lo menos entre un 20% y un 30% (mientras el empleo cae 30, el PIB solo cae 10). Todo lo contrario, como sabemos España es un grandísimo agujero negro de despilfarro, de improductividad en las AAPP y de deuda para pagar gasto corriente. Por eso es una farsa que el gobierno diga que "va a reducir los horarios". Hemos caído tan bajo en la astracanada que ya ni siquiera se puede pedir un poquito de seriedad, por favor. Vamos al precipicio sin remedio. O nos toman por tontos o somos tontos. Pero cuando algo no cuadra no puede ser y además es imposible. No puede ser que el ladrillo, su industria y su empleo caigan a plomo, pero la productividad de lo que queda en pie se dispare un 30%.
¿Nos mienten con el PIB?
"El repentino desacople en de la serie de empleo con la de PIB no encaja", explica a DIRIGENTES Miguel Navascués, autor de estos gráficos, que ha sido economista del servicio de estudios del Banco de España. No tiene sentido, argumenta, que un dato tan intrínsecamente ligado al crecimiento como es el de las personas que trabajan, haya empezado a ir por su cuenta. "Creo que tiene que ver con la 'cocina' del dato del PIB en el INE".
Se observa que hasta 2008, cuando estalló la crisis, el PIB estaba estrechamente relacionado con el empleo. Desde entonces se produjo, primero con José Luis Rodríguez Zapatero y luego con Mariano Rajoy, el "descuelgue" del PIB. Está claro que el PIB ha sido "hinchado" para controlar la tasa de deuda/PIB, sostiene el economista (Ver gráfica superior).
Navascués, experto en la economía de Estados Unidos, ha comparado los procesos de elaboración del PIB en ambos países. Mientras que en el país americano, cuando necesitas estimar una parte del dato final que es desconocida, usas una asunción razonable y bien detallada, en España los modelos econométricos no explican correctamente de dónde salen los datos.
Navascués no es el único economista que tiene el foco puesto en la fiabilidad de los datos de PIB. Juan Carlos Barba argumenta de forma similar, pero utilizando la descoordinación del dato con el de la producción industrial. Otros, como Roberto Centeno, han llegado a pedir explicaciones al INE. "La afirmación de que la economía creció un 0,8% en el cuarto trimestre de 2015 constituye una farsa inaceptable", ha afirmado Centeno, que ha calificado la respuesta del INE como confusa y ambigua.
El PIB, realizado por Contabilidad Nacional, se elabora al contrario que la contabilidad habitual. Ésta normalmente agrega los datos de cada partida para encontrar el total. En la elaboración del PIB, primero el Banco de España da un dato trimestral estimado, "y después el INE tiene que encajarlo, en ocasiones a martillazos, con una información incompleta y mejorable de los distintos componentes del PIB", según Ángel Laborda, director de Coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorro.
Hay dos métodos principales para calcular el PIB. El primero es como flujo de gastos, y es el resultado de sumar el consumo (bienes y servicios producidos en el año que son adquiridos por las familias y empresas para su consumo final), la inversión (bienes adquiridos principalmente por las empresas), el gasto público (bienes adquiridos por la Administración Pública) y las exportaciones, y restar las importaciones. La segunda forma de calcularlo es como distribución de rentas. En este caso se agregan salarios, intereses de rentas o alquileres, impuestos indirectos (dinero que recibe el Estado), y las depreciaciones y amortizaciones (dinero que recibe una empresa por el desgaste de sus activos inmobilizados), además de los beneficios (remuneración de los propietarios de las empresas).
Con ambas fórmulas, la correlación entre empleo y crecimiento es uno de los dogmas de la econometría actual. En España, en los últimos años, ese dogma está en entredicho.
Horarios, jornadas y mentiras del INE
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