La Oficina del Dato de Carmena ha quedado en pausa, dejando en el aire la contratación de expertos que ya son reclutados por ciudades como Nueva York
En una sala de ordenadores con una pared llena de grandes monitores, una veintena de trabajadores del Ayuntamiento de Madrid observa el tráfico de coches en la capital gracias a más de 300 cámaras y 7.000 sensores callejeros. Su tarea es reaccionar ante accidentes y multar a los infractores, pero los datos que llegan al centro municipal de gestión de la movilidad, en el distrito de San Blas, han resultado ser útiles para empresarios y políticos, según explica el director de Vigilancia de la Circulación del Ayuntamiento de Madrid, Francisco López Carmona.
Por ejemplo, las montañas de datos captadas por estos sensores y cámaras han sido clave para el diseño de Madrid Central así como para medir su impacto: El tráfico en la Gran Vía ha caído un 24%, según ha anunciado esta semana el Ayuntamiento. Las empresas de patinetes o coches compartidos los han usado para decidir dónde ubicarse. López Carmona ha hablado con empresarios de logística interesados en los datos para decidir dónde abrir centros de reparto “de última milla”.
“Hemos descubierto utilidades que no eran evidentes”, dice López Carmona, director de Vigilancia de la Circulación, que añade que para explotar este tesoro de información el Ayuntamiento necesita reclutar a científicos de datos (un tipo de profesional en auge que combina conocimientos de estadística y programación). Son tantos los usos de las cientos de fuentes de datos sobre lo que hacen madrileños y turistas que el Ayuntamiento de Manuela Carmena planeó contratar a científicos de datos para su futura Oficina del Dato. Es un proyecto que actualizaría la administración municipal y que queda en manos del gobierno que salga de las actuales negociaciones tras las elecciones del 26 de mayo.
Serían útiles para la toma de decisiones que por ahora se están externalizando, como a qué barrios destinar fondos, el análisis del efecto de Madrid Central en el comercio, o la detección de infractores de las nuevas normas de pisos turísticos.
“Tenemos mucha información pero le sacamos poco valor”, dice Javier Moscoso, director de transparencia y administración electrónica. Una de las fuentes de datos con potencial son las quejas y sugerencias de los madrileños (casi 100.000 al año), dice Moscoso. A la alcaldesa en funciones Manuela Carmena le han servido para recibir un análisis semanal de la opinión en la ciudad, pero según Moscoso podría aprovecharse aún más si se cruzaran con otras fuentes como los datos presupuestarios.
La idea que mueve la transformación supone un cambio revolucionario: dejar de tomar decisiones sobre los servicios públicos a ciegas o con base en sesgos para pasar a apoyarlas en la evidencia.
Carmena dio un fuerte impulso al campo del big data con una clara apuesta por la promoción del uso abierto de la información pública, para que la aprovechen académicos, periodistas y otros investigadores. Hay 392 bases de datos en el Portal de Datos Abiertos del Ayuntamiento y cada vez son más populares. En abril esa web batió un nuevo récord, con más de 300.000 descargas, según Moscoso. Los datos de tráfico de vehículos del centro de gestión de la movilidad están disponibles en Informo, un portal del Ayuntamiento.
Son complementarios con los datos que recogen cientos de empresas en Madrid sobre sus usuarios, entre ellas las aplicaciones de móvil con geolocalización, las redes sociales o las empresas de transporte compartido.
Para aprovechar ese potencial, fuentes municipales y expertos independientes valoran que la administración española en general tiene pendiente la creación de equipos propios con conocimiento en ciencia de datos.
“Las administraciones tienen excelentes estadísticos pero la estadística tradicional no es suficiente. Necesitan conocimientos complementarios de programación”, dice Juan Murillo, responsable de divulgación de ciencia de datos en BBVA.
Salarios elevados
Los científicos de datos viven un momento de oro. Ya han empezado a ser reclutados por ayuntamientos de ciudades punteras en EEUU, como en la Oficina del Dato de Nueva York. Para encontrar el talento necesario, el Ayuntamiento se encuentra con el reto de que no existe un perfil definido entre las categorías de la función pública.
También es un problema que las grandes empresas sean más atractivas porque pagan mejor. En España el sueldo medio para los científicos de datos en la red LinkedIn es de 33.000 euros al año. En otros países de Europa y Estados Unidos los salarios son aún más altos.
El concejal de Transparencia, Pablo Soto, dice que el proyecto de Oficina del Dato de Madrid está bastante avanzado y en el que la alcaldesa tiene mucha ilusión porque le molesta que los políticos discutan sin base en la evidencia. Carmena anunció esa oficina en el Pleno del Estado de la Ciudad de mayo de 2017.
Soto, un informático que ha viajado a Nueva York para conocer la experiencia de la Oficina del Dato de la ciudad estadounidense, dice que un grupo de trabajo del Ayuntamiento se ha reunido desde el anuncio de la alcaldesa. Barcelona fue la primera ciudad española en crear una oficina de ese tipo, en febrero del año pasado.
“La idea es que esa oficina aúne todas las fuentes disponibles para dar una visión global de cada problema en Madrid”, dice Soto. Como otros expertos, apunta que la política basada en datos conlleva un peligro: “si hay algoritmos opacos que toman decisiones por nosotros, corremos el riesgo de perder control democrático”.
Por ahora muchos análisis son hechos por terceros. “¡Ojalá me dejen contratar a científicos de datos!”, exclama Miguel Sanz, director de turismo en la empresa municipal Madrid Destino, cuando se le pregunta por sus necesidades.
Su departamento contrata los servicios de Bosonit, una empresa de análisis de datos, añade Sanz. Con la huella que dejan los visitantes al usar sus teléfonos o tarjetas bancarias, han podido averiguar los lugares que visitan los turistas, su nacionalidad, o qué tipo de eventos aportan más a la ciudad. Son datos útiles para el objetivo del Ayuntamiento de redistribuir los flujos de visitantes por toda la ciudad, para descargar el centro.
Otro encargo del Ayuntamiento de Carmena fue el diseño de un algoritmo por la Universidad Carlos III para decidir a qué barrios asignar los 30 millones de euros del fondo de reequilibrio territorial.
José Manuel Molina, informático de la Carlos III que trabajó en el proyecto, dice que la empresa le lleva la delantera en este campo al de la administración: “Casi todas las decisiones en el sector privado se toman con base en los datos, así que tiene sentido que el Ayuntamiento haga lo mismo".