Las raíces de nuestro actual desarrollo económico

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Las raíces de nuestro actual desarrollo económico

Pesetas

Las ideas de apertura y ortodoxia monetaria se consolidaron con Ullastres. De 1957 a 2017 el PIB por habitante español se multiplicó por 4,8

La lectura de la reciente edición de los Principios de Política Económica de Walter Eucken, más la intervención de la profesora Rocío Sánchez Lissen en la 10th Conference of the Iberian Association of the History of Economic Thought, celebrada en Oporto los días 6 y 7 de diciembre de 2018, así como los comentarios sobre la base del artículo 38 de la Constitución vigente y el recuerdo de la insistencia que tuvo en aquellos momentos Manuel Fraga sobre la necesidad de aceptar el lema de la "economía social de mercado", señalan que, efectivamente, las ideas han tenido un papel fundamental para explicar la realidad económica posterior.

Por eso, cuando vemos el gran cambio que ha tenido la economía española en los sesenta años que van de 1957 a 2017 (se multiplicó el PIB por habitante por 4,8 mientras que en el periodo que va de 1897 a 1957 el PIB por habitante solo se multiplicó solo por 1,9) cabe preguntarse qué fue exactamente lo sucedido.

Por supuesto que se puede hablar del impacto de tres contiendas, la tenida con Estados Unidos y el desastre de 1898, la larga guerra de Marruecos y finalmente la Guerra Civil, que existieron en el primer periodo, pero eso sólo lo explica parcialmente. Apresuradamente se puede señalar que en el modelo que existía en 1897 era técnicamente inadecuado para el desarrollo y el modelo castizo que entonces existía era inadecuado para un fuerte desarrollo y las tensiones bélicas mencionadas lo frenaron solo en periodos de tiempo limitados. El cambio fundamental ha venido con el modelo abierto que se puso en marcha con Ullastres a partir de 1957 que sí era el adecuado. Pero, ¿qué se encontraba, desde el punto de vista de las ideas detrás de Cánovas del Castillo en 1897, a las que entonces a Sagasta no se le ocurría alterar? Sencillamente era un modelo proteccionista, tanto de la industria de la periferia como de la agricultura del interior, imitando al modelo económico que Bismarck implantó en el Imperio alemán.

Efectivamente Ullastres cambió radicalmente el modelo, pero ¿qué le impulsaba intelectualmente a ello? Para entenderlo plenamente es preciso señalar que Ullastres formaba parte del grupo de economistas del Instituto de Estudios Políticos. García Valdecasas me señaló que cuando en abril de 1939 al quedar cesado Sainz Rodríguez como ministro de Educación Nacional él automáticamente cesaba al ser en esa cartera subsecretario, obtuvo una audiencia con Franco. Éste le preguntó sobre el camino a seguir una vez concluida la contienda, porque los problemas de todo tipo que existían eran considerables. Valdecasas le repuso que cuando en Francia se produjo la catástrofe de 1870, al perder la guerra con Alemania, más toda una serie de conflictos adicionales, como el de la Comuna de París y el paso a la Tercera República, El presidente Thiers consideró necesario recibir una adecuada orientación sobre el camino que debería adoptarse y para ello creó el Institut d'Etudes Politiques. Y eso es lo que dijo a Franco y éste le pidió que le enviase un proyecto. Valdecasas me confesó que había creído que esa solicitud había sido simplemente una frase de cortesía, pero de todos modos le envió el proyecto de Instituto de Estudios Políticos con una adición: que todos sus miembros fuesen altos expertos en cuestiones relacionadas con las ciencias sociales -muy en especial se citaba a la economía- y que no se excluyesen más que a aquellos que se hubiesen exiliado. Su sorpresa fue grande cuando le llamó Serrano Suñer para decirle que a Franco le había parecido muy bien la propuesta, pero que le rogaba que García Valdecasas fuese el primer director y él le solicitaba que se encuadrase con su proyecto en la Junta Política de FET y de las JONS, aunque se aceptaba que la elección de sus miembros se haría exclusivamente basándose en su competencia y permanencia en España.

Y he aquí que, en el terreno de la Economía en España existían cuatro líneas de pensamiento, cuyos dirigentes no eran coordinables. Por un lado estaba la escuela de Flores de Lemus, con raíces intelectuales vinculadas dentro de la batalla del método con el inductivo. Flores de Lemus tenía un prestigio colosal pero se encontraba aún exiliado en Francia. Cuando logró regresar a España, donde había perdido la cátedra, falleció rápidamente. Pero sus discípulos se encontraban aquí en buena medida. Los encabezaba nada menos que Ramón Carande. Éste fue convocado y aportó la lista de quienes debían estar bajo su dirección, en la Sección mencionada de economía del Instituto de Estudios Políticos. Los nombres que aportó fueron Valentín Andrés Álvarez, José Castañeda, Vergara Doncel, Paredes Marcos, Piera Labra y Alberto Ullastres. Valentín Andrés Álvarez, casi inmediatamente, publicó una referencia al mensaje de Eucken en la revista del Instituto, que esta línea se reforzó con rapidez con la integración de Stackelberg precisamente cuando llegó a España y lo hizo especialmente en el Instituto. Ahora sabemos, gracias en buena medida a las investigaciones de Thomas Baumer -espero que pronto salga a la luz su Heinrich von Stackelber y el nacionalsocialsimo: una necesaria corrección, que aseguro que causará un gran impacto- y en este caso respecto a la vinculación de Eucken y las ideas del equipo del Instituto. Ya tenemos ahí un dato clave sobre Ullastres y su formación.

Pero había otra Escuela con un fuerte impacto en el método deductivo: era la de José María Zumalacárregui, quien, por otro lado, estaba muy ligado a los talantes relacionados, en materia de cuestiones sociales, de la Iglesia y concretamente con la línea de Ángel Herrera. En esa Escuela de Zumalacárregui, después de un fracaso para integrarse en la de Flores de Lemus, se encontraba el profesor Manuel de Torres. Para él, además valenciano y muy interesado por el futuro de la agricultura, la expansión exterior pasaba a ser fundamental. Políticamente estaba vinculado primero a la derecha valenciana y después a Franco y esto de modo permanente. Basta leer, tras los sucesos del 68, un artículo suyo durísimo sobre estos publicado en Anales de Economía. A lo largo de sus investigaciones Torres desarrolló la tesis del riesgo español de la autofagia, si continuaba el modelo iniciado por Cánovas del Castillo. Consideraba que la economía española actuaba como le había ocurrido a un diosecillo de la selva brasileña, que se comía a sí mismo. Para impulsar actividades el modelo español necesitaba productos del exterior. ¿Cómo pagarlos? Pues se necesitaba por ejemplo para la industria siderúrgica nacional que viniesen materias adecuadas. Pero tenían que ser nacionales porque no había recursos para adquirirlas en el exterior. Y entonces se echaba mano del mineral de hierro nacional, que era un producto exportable pero que ya no salía porque se precisaba aquí. Y el montaje siderúrgico protegido generaba bienes que no tenían colocación en el extranjero por su carestía. Lo barato quedaba en España y lo caro producido no salía al exterior. Cómo no tener una situación angustiosa debido a esta autofagia. Nada más quedaba que devaluar la peseta.

Zumalacárregui pasó a presidir el Consejo de Economía Nacional, del que era consejero Torres y además presidía el Instituto Sancho de Moncada, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ésta era otra puerta de ideas que se abrían en favor del mensaje de una apertura.

Pero no se puede olvidar una línea que ofrecía de Ortega y de Maeztu simultáneamente, que encarnaba el profesor Olariaga. Su alta preparación en cuestiones de economía monetaria le moverían a enfrentarse con la difusión de los modelos keynesianos más adelante. Esa línea de que todo lo iba a arreglar el déficit del sector público fue rechazada por Olariaga, quien de ahí pasó a ser ese mensaje prácticamente aceptado por un número monográfico de De Economía, por Enrique Fuentes Quintana, quien después de graduarse formó parte del conjunto de ayudantes que en la cátedra de Economía, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, ocupaba Olariaga.

Y en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas había pasado a desarrollar cursos Román Perpiñá Grau.

Desde 1935 había criticado, en su ensayo De Economía Hispana, el modelo castizo al que calificaba de autárquico y por ello de frenar continuamente el desarrollo económico. Recuerdo que almorzando un día con Ullastres, le pregunté cómo se había atrevido a abrir la economía cuando no existían reservas de moneda extranjera en España, incluso para pagar lo que venía embarcado en aquellos momentos para nuestro país. Me contestó: "Porque había leído con intensidad el libro de Perpiñá De Economía Hispana y comprendí que ahí estaba el remedio.

Y todas estas ideas de apertura y ortodoxia monetaria y de rectificación de una política económica que parecía consolidada, se consolidaron en 1957 al recibir Ullastres el puesto de Ministro de Comercio y Navarro Rubio simultáneamente el de ministro de Hacienda, creando una línea inicial que continuaría con Fuentes como Vicepresidente de Gobierno en la Transición. Y además en el Instituto de Estudios Políticos Valentín Andrés Álvarez había consolidado el modelo macroeconómico, referido a 1954 debido a Leontief y Tabla Input-Output, y Torres respecto al mismo año con sus discípulos desarrolló el modelo de contabilidad nacional. Todo ello unido a que el grito de, ¡A Europa! pasó a darse por el Ministro de Asuntos Exteriores Castiella, que había sido Director del Instituto de Estudios Políticos previamente con todas estas personas.

La confluencia de todo esto hizo posible que el cambio fuese radical. Y además que en el proceso de la Transición, con la influencia de Fuentes Quintana y los Pactos de La Moncloa, se consolidase y cuando surgieron líneas erróneas vinculadas con planteamientos equivocados sobre Keynes, estos hasta ahora se acabasen rectificando. Ahí están las raíces ideológicas de uno de los más fuertes procesos de desarrollo económico que existen hasta ahora en la Unión Europea. Ignorarlo sería un tremendo disparate.

Juan Velarde: Las raíces de nuestro actual desarrollo económico