España tiene ya cuatro provincias en las que más de la mitad de su población vive fuera

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España tiene ya cuatro provincias en las que más de la mitad de su población vive fuera

Se está produciendo la tercera gran despoblación del interior de España

Algo está cambiando en la sociedad española. En 2015 se registraron más muertes que nacimientos, concretamente 2.753 personas más, un hecho inédito en 74 años de registros del Instituto Nacional de Estadística. Si hace solo unas décadas el gran temor demográfico era la superpoblación, hoy todo es muy diferente. España entra así en el grupo de países en crisis demográfica. Las dos claves de esta crisis son envejecimiento y despoblación.

La localidad de Tramaced, en la provincia de Huesca, a duras penas mantiene su población de poco menos de 100 habitantes, a través de ofertas para llevar el bar, la piscina y otros servicios para la época estival. Lo cuenta el Observatorio de la Despoblación del Centro Aragonés de Información Rural Europea (Caire), y es solo un ejemplo, porque en Aragón casi una cuarta parte de los municipios no alcanza el centenar de residentes. En esa comunidad y en Castilla y León, dos de cada tres localidades suman menos de 500 habitantes.

Para Ana Nieto, doctora en Geografía por la Universidad de Extremadura y profesora del Área de Geografía Humana, las principales causas de esta crisis demográfica son el envejecimiento y las bajas tasas de natalidad. "Ambos afectan al crecimiento vegetativo —la diferencia entre muertes y nacimientos—, que llega a ser negativo, como en España, cuando la tasa de mortalidad es mayor que la tasa de natalidad y no se compensa con la llegada de inmigrantes".

Así pierde población España

Esta realidad de la España del interior es incluso previa a estos datos recientes, y su consecuencia la apunta la experta Ana Nieto: "Las zonas rurales pierden población y las grandes áreas urbanas actúan como receptoras". Así es: las localidades que más población pierden en términos relativos desde 1996 están en las provincias de Guadalajara, Cuenca, Palencia y Soria.

Las comunidades autónomas más afectadas son Galicia, Asturias, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, que en 2013 formaron el Foro de Regiones con Desafíos Demográficos, al que se han unido recientemente Cantabria y La Rioja. Llevan desde entonces tratando de convencer al Gobierno de que es necesaria una Estrategia Estatal sobre el Cambio Demográfico. En regiones como Extremadura, hay subvenciones autonómicas por nacimiento de hijos en localidades de menos de 3.000 habitantes, pero el dictamen del Comité de las Regiones, 'La respuesta de la UE al reto demográfico', reconoce que los municipios y regiones no pueden hacerlo todo, y es necesario que también arrimen el hombro los estados, y especialmente la Unión Europea.

Desaparece por presión de las capitales

Las comunidades autónomas con menor densidad de población son Castilla-La Mancha, Extremadura, Castilla y León y Aragón, todas por debajo de 30 habitantes por km2, 3,5 veces menos que la media nacional. “A estas regiones no se las dota de los servicios sociales, sanitarios, educativos, ofertas de ocio, comercio o cultura necesarios para una adecuada calidad de vida. Prestaciones que sí ofertan otras áreas con mejor situación demográfica”, lamenta Ana Nieto desde la Universidad de Extremadura.

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Otro de los problemas es la alta dispersión: núcleos de población aislados, con viviendas rurales y de difícil acceso, sobre todo en invierno. Son los 'concellos', parroquias y lugares que abundan en el norte de España: técnicamente se llaman 'entidades singulares', y Galicia lidera la lista de regiones con algo más de 30.000 de estas entidades, seguida de Asturias, con casi 7.000. Así cobra todo su significado otro hecho fundamental: las poblaciones que más habitantes pierden proporcionalmente en los últimos años son las que tienen entre 101 y 5.000 habitantes.

En cuanto a las posibles medidas, Ana Nieto confirma que “en las zonas rurales más deprimidas, las acciones han de ser muy específicas para promover la actividad económica, generar empleo y fijar población. También hay que impulsar el turismo rural, la artesanía y la agroindustria, e incorporar jóvenes y mujeres a las actividades económicas, introduciendo las tecnologías de la información”.

España, ¿un país para viejos?

El segundo mal demográfico que afecta ya a España es el envejecimiento. La esperanza de vida media al nacer en 2016 es de 80 años para los hombres y de 85 para las mujeres, según el INE. Visto desde el punto de vista social, hasta 2009, el número de alumnos en educación infantil crecía a un ritmo interanual notablemente mayor que el de prestaciones por jubilación, pero en 2010 comenzó a igualarse y desde 2013 ha entrado en números rojos, mientras que la cantidad de pensiones aumenta de manera constante, en torno a un 2% anual.

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Por otro lado, “entre las consecuencias sociales del envejecimiento de la población, se cuentan muchas que afectan a la vida familiar”, recuerda Ana Nieto, “puesto que está aumentando el número de personas que necesitan cuidados, que en gran parte de los casos se llevan a cabo por parte de los familiares”.

Actualmente, solo 826.000 personas reciben prestaciones para la dependencia, según los datos de junio de 2016 del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que admite la existencia de 1,2 millones de solicitantes con derecho a prestación. La última encuesta sobre dependencia del INE es de 2008, y reflejaba 3,8 millones de personas con esa necesidad. Además, añadía que tres de cada cuatro cuidadores principales de dependientes son mujeres, lo cual presenta un reto de desigualdad muy notable. El propio Inem ya oferta cursos de formación especializados, y surgen empresas que han encontrado un nicho de negocio en esta necesidad. También han surgido las llamadas estrategias de envejecimiento activo, que pretenden mejorar la calidad de vida de las personas mayores a través del ejercicio físico y la actividad mental. No se oculta que hay beneficio paralelo para las arcas de la Administración: es una inversión en salud para reducir el gasto sanitario.

La pirámide se invierte y peligran las pensiones

El INE prevé que España perderá un 11,6% de población hacia el año 2066. Los nacimientos caerán un 27% a nivel nacional, y las defunciones aumentarán un 44%. En los próximos 50 años, una mitad de la población —aquella en edad de trabajar— estará alimentando las arcas de la Seguridad Social para las prestaciones y servicios de la otra mitad: ancianos, niños y jóvenes. Un auténtico vuelco de la pirámide demográfica.

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El importe total de las pensiones en España representa un 43% del total de gasto presupuestado y no deja de subir. Ya en 1995 se firmó el Pacto de Toledo para reformar el sistema de pensiones, y se creó el Fondo de Reserva de la Seguridad Social (la llamada 'hucha de las pensiones'). Pero hasta ahora el Estado ha sacado 55.000 millones de este fondo para las pagas extra de los funcionarios. De seguir así, según la Autoridad Fiscal Independiente, el fondo se agotará en 2018.

Vista la situación, Ana Nieto está convencida de que será necesario “modernizar los sistemas de asistencia social, especialmente las pensiones, para asegurar la sostenibilidad económica y permitir hacer frente a los efectos del envejecimiento demográfico”. A modo de resumen, insiste en que, “desde todos los niveles, deberían existir políticas enfocadas en generar empleo, sobre todo dirigidas a los grupos más desfavorecidos: mujeres, jóvenes y mayores de 50 años, y en mayor grado en las zonas rurales, para fijar población”. Un reto para las próximas décadas.

Ya hay cuatro provincias en las que más de la mitad de la población nacida en ellas vive fuera

España ha vivido en los últimos 70 años dos grandes transformaciones demográficas que han vaciado el interior del país. La mecanización del campo, a partir de la década de los cincuenta, provocó el primer movimiento, el éxodo rural del campo a la ciudad que vació los pueblos. Posteriormente, a partir de los setenta, los ciudadanos empezaron a emigrar hacia las grandes urbes, en especial Madrid, Barcelona, País Vasco y la costa este del Mediterráneo.

Estos dos grandes desplazamientos de población han dejado tras de sí la célebre ‘España vacía’ y han provocado un cambio tan profundo como que ya hay cuatro provincias en las que más de la mitad de sus oriundos ha emigrado. Se trata de Soria, Cuenca, Ávila y Teruel, que ya tienen menos del 50% de sus nacidos viviendo en la provincia, como ponen de relieve los datos del padrón publicados en 2019.

Otras provincias están cerca de caer en esta situación. Zamora, Segovia y Palencia serán las siguientes. Todas ellas en la zona de la meseta norte, que es la que más rápido se ha despoblado. La población oriunda ha optado por emigrar hacia regiones más dinámicas en busca de mejores oportunidades. Este flujo de emigración no se ha visto compensado por la inmigración: estas provincias apenas reciben flujos migratorios, lo que provoca que más del 70% de sus residentes hayan nacido dentro de la provincia. Si se van sus oriundos y no acogen población del resto de España o del extranjero, el resultado es que las regiones se van despoblando. De esta forma, el interior ha nutrido de mano de obra a los grandes núcleos urbanos y se ha quedado vacío.

El siguiente mapa muestra claramente el proceso de despoblación gradual desde el interior hacia la costa. Existe un gran núcleo de población, la Comunidad de Madrid, que es como un ‘agujero negro’ que atrae habitantes de las regiones periféricas. No es casualidad que sean justo Extremadura, Castilla y León y Castilla-La Mancha las que estén más despobladas.

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Por el contrario, las regiones de la periferia retienen a la mayor parte de sus oriundos, que se quedan en su región trabajando porque encuentran el empleo que desean o bien porque no quieren emigrar lejos. La Comunidad Valenciana registra el menor nivel de movilidad: en la provincia de Valencia, vive algo más del 90% de las personas nacidas ahí, en Alicante, el 90% y en Castellón, el 87%.

Pero no solo ocurre en el Mediterráneo, sino que es una constante en todas las comunidades alejadas de Madrid. Por ejemplo, en Pontevedra y A Coruñareside más del 85% de la población nacida en la provincia. Lo mismo ocurre en País Vasco, o en la franja sur de Andalucía.

Estos datos se ven reflejados en el primer mapa, que muestra una degradación de los tonos a medida que se avanza desde la costa hacia el interior. Se perciben claramente las dos Españas que existen en términos demográficos: la del interior, que se ha despoblado rápidamente, y la de la periferia, que ha resistido la pérdida de población.

Lo que está reflejando el mapa es que la atracción de Madrid va perdiendo fuerza a medida que los territorios están más alejados. Esto se debe a dos fenómenos que ocurren en paralelo. El primero es que Madrid atrae la inversión que podría ir a las regiones cercanas, centrando la creación de empresas en la capital, lo que hace que cada vez se genere más empleo. El segundo es que los habitantes de poblaciones cercanas tienen más incentivos a desplazarse a Madrid que los de las provincias periféricas.

Enlace de consulta: ¿Dónde viven los que nacieron en tu provincia?

Ambos efectos combinados provocan que Madrid sea como un ‘agujero negro’ que vacía las regiones próximas gracias a su atracción de población e inversión. Este es un fenómeno común al resto de Europa y se conoce como 'efecto capital'. Por el contrario, la periferia consigue resistir mejor a este ‘efecto gravitatorio’ de la capital. Pero si hay tres provincias que son totalmente inmunes a la atracción de Madrid son las tres insulares: Baleares, Tenerife y Las Palmas. De hecho, son las tres provincias en las que viven más oriundos: más de un 91% de los nacidos se ha quedado allí a vivir.

Castilla y León es la comunidad que más rápido se ha despoblado, incluso más rápido de lo que cabría pensar en función del nivel de vida. El salario medio en la comunidad siempre ha sido superior, por ejemplo, al de la Comunidad Valenciana o Murcia. Sin embargo, mientras Castilla sufría el 'efecto atracción' de Madrid en su máxima expresión, Valencia y Murcia lo sentían muy mitigado. Esto significa que la emigración no se debe exclusivamente a las peores condiciones de vida, también responde a la proximidad del foco de atracción de población. Esto explica por qué Soria o Ávila han perdido ya a más del 50% de los nacidos, mientras que Valencia conserva todavía al 90% de los nacidos en la provincia.

De hecho, en Valencia hay más oriundos que han emigrado a Alicante (el 1,7%) que a Madrid (el 1,4%). Y lo mismo ocurre con Alicante, que tiene más nacidos viviendo en Murcia (el 1,6%) que en Madrid (el 1,5%). Por el contrario, la despoblación de Ávila se ha dirigido casi en exclusiva a Madrid, donde reside el 33% de los abulenses, y en Cuenca pasa lo mismo, con el 18% de los conquenses. Es la consecuencia de la proximidad a la capital.

La tercera transformación

Las regiones que se están despoblando ya han vivido dos transformaciones demográficas, el éxodo rural y la emigración a las grandes urbes; pero todavía queda una tercera que terminará de vaciarlas: el fallecimiento de los jubilados actuales. Las provincias en las que más gente ha emigrado coinciden con las que tienen mayor porcentaje de población por encima de 65 años. Esto significa que están viviendo ya la cuenta atrás para una gran despoblación provocada por el saldo vegetativo negativo (más muertes que nacimientos).

Por ejemplo, en Zamora, Ourense o Lugo, en torno al 30% de la población tiene más de 65 años. Por el contrario, en Las Palmas, Baleares o Tenerife, donde la emigración es muy escasa, los mayores de 65 años representan menos del 17% de la población. Y lo mismo ocurre en Murcia, Almería, Cádiz o Sevilla.

Es lógico que sea así, ya que las personas que abandonan su tierra de nacimiento para buscar un empleo son precisamente las que están en edad de trabajar. La movilidad se centra en los jóvenes, de ahí que el flujo de población esté estrechamente relacionado con el envejecimiento de las regiones.

Todas las provincias en las que el porcentaje de población mayor de 65 años supera el 26% tienen más de un tercio de sus oriundos viviendo fuera. Por el contrario, todas las que tienen menos de un 17% de mayores han sufrido una emigración inferior al 22% (con la excepción de Guadalajara, que es una provincia muy peculiar por su proximidad a Madrid).

Todas estas regiones envejecidas sufrirán la última fase de la transformación demográfica en las próximas décadas. A medida que los mayores van muriendo, los pueblos del interior en los que apenas quedaban habitantes nacidos antes del éxodo rural se vaciarán por completo. Este es su destino, salvo que un cambio de políticas o de hábitos de trabajo logre revertir la tendencia.

El mapa de la España vaciada

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España tiene 46,7 millones de habitantes repartidos en 504.000 kilómetros cuadrados, de modo que su densidad es de 92 habitantes por kilómetro cuadrado. Esa es la teoría porque, como todas las medias aritméticas, esta cifra dice muy poco sobre la densidad del territorio.

Sería más correcto decir que España es un enorme páramo moteado con un puñado de zonas en las que se apiñan (casi) todos los españoles: el 95% de la población vive en menos de la mitad de la superficie. El mapa que ilustra este artículo muestra las zonas menos densamente pobladas de la ‘España vacía’ o tal vez deberíamos hablar de la ‘España vaciada’, el término que están utilizando los mermados resistentes de la misma para denunciar el abandono al que, dicen, les tienen sometida la metrópoli.  Así que 23,3 millones de habitantes están concentrados en apenas el 3% del territorio, mientras los otros 23,3 millones campan por sus anchas en el 97% restante. El mapa ha sido elaborado por Metrocosm a partir de los datos de GADM y los mapas de población del SEDAC, organismo perteneciente a la NASA.

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La enorme mancha roja que recorre desde el noreste de Madrid hasta la ribera sur del Ebro es conocida como la “Siberia ibérica”: está poblada por algo menos de medio millón de personas repartidas en 1.393 municipios dispersos en 69.000 kilómetros cuadrados -algo menos de la superficie de Irlanda- y una densidad de las más bajas de Europa, 7,2 habitantes por kilómetro cuadrado.

La franja con Portugal, que abarca el oeste de las provincias de Cáceres, Salamanca y Zamora está ligeramente más nutrida (7,58 habitantes/km2). En sus 33.500 km2 (algo más grande que Bélgica) apenas viven 253.000 habitantes. Un auténtico páramo.

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El mapa y el cuadro de datos que los ilustran están sacados del minucioso estudio realizado por la demógrafa Pilar Burillo, de Desarrollo Rural Serranía Celtibérica (la “Siberia española”). El estudio Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa (SESPAs) fue presentado en sociedad el pasado mes de octubre y abarca desde Grecia y Rumanía hasta Portugal, pasando por Francia, Italia y Croacia, si bien las grandes manchas rojas son casi exclusivamente privativas de España.

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Los datos de Burillo son coherentes con otra métrica desarrollada por Alistar Rae, profesor de Estudios Humanos y Planificación de la Universidad de Sheffield. Rae dividió el mapa de Europa en cuadrados de 1 km2 para averiguar la “verdadera” densidad de población del continente. Las conclusiones son brutales: España se convierte en el país más denso de Europa, con una “densidad vivida” de 737 habitantes por km2, más incluso que Holanda. De los 505.000 cuadraditos de 1 km de lado que tiene España, solo vivimos en un 13% de ellos. El resto de España, como decíamos al principio, es un enorme páramo.

Y, lo que es más sorprendente, los que vivimos en ciudades lo hacemos mucho más apretados que el resto de los europeos: 20 de los 33 cuadrados más densos de Europa (40.000 habitantes por km2 o más) están en España. La densidad máxima la tiene este cuadradito de Hospitalet de Llobregat, donde se arraciman 53.119 personas, 900 más que en el distrito XVIII de París:

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La España interior se queda vieja y sin habitantes (mientras las capitales engordan)
España tiene ya cuatro provincias en las que más de la mitad de su población vive fuera
El mapa de la 'España vaciada'
Serranía Centibérica
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