Este salto del gasto público ha sido posible gracias a las políticas expansivas del Banco Central Europeo, que han permitido mantener los intereses de la deuda en mínimos.
En el año 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon pronunció una de sus frases célebres: “Ahora todos somos keynesianos”. Aunque Nixon nunca fue sospechoso de acercarse al socialismo, en épocas de crisis el keynesianismo es la teoría económica que abrazan todos los mandatarios. En 2020, los déficits públicos se dispararán como consecuencia de las medidas adoptadas por los distintos gobiernos para contener la crisis económica. El sector público se ha encargado de sostener las rentas de los trabajadores y las empresas más golpeadas por la crisis, lo que ha servido para contener la profundidad de la recesión. Pero también ha conseguido repartir los costes de la crisis, de modo que los agentes económicos que salen fortalecidos de esta crisis tendrán mayor renta y, por tanto, pagarán mayores impuestos, ayudando así a los sectores perjudicados.
En España, el gasto público superará el 50% del PIB por primera vez desde que existen registros modernos. La última estimación del FMI, publicada en su Monitor Fiscal, anticipa que el gasto de las administraciones alcanzará el 52,7% del PIB este año. Esto significa que el sector público sostendrá la mitad de la economía española este 2020 para evitar el colapso. El peso del gasto en el PIB será incluso superior al del año 2012, ejercicio en el que se produjo el rescate financiero a España con la nacionalización de Bankia.
Este salto del gasto público ha sido posible gracias a las políticas expansivas del Banco Central Europeo, que han permitido mantener los intereses de la deuda en mínimos. Sin esta asistencia, España no habría podido captar en los mercados la ingente liquidez que ha utilizado en los últimos meses. Fue lo que ocurrió durante la crisis del euro, que llevó al límite al Tesoro Público y complicó los pagos de las diferentes administraciones públicas en muchos momentos. En esta crisis, por el contrario, se ha reducido el periodo de pago a proveedores, lo que también ha permitido mantener la cadena de pagos.
La decisión de España no ha sido aislada. Al contrario, todos los países han sido keynesianos, una vez más. Estados Unidos, el país adalid del liberalismo económico y con un presidente autoproclamado liberal, es uno de los que más han disparado el gasto público. En total, alcanzará este año el 47,2% del PIB, una escalada de 11,5 puntos, y eso a pesar de que la caída del PIB (el denominador en esta ratio) será casi la mitad que la de España.
El déficit de Estados Unidos ya era muy alto antes del estallido de la pandemia. En 2019, cerró en el 6,3% del PIB, casi el doble que el déficit de España, como consecuencia de las bajadas de impuestos y del aumento persistente del gasto público. En 2020, su déficit se disparará hasta el entorno del 19% del PIB. Una cifra inédita que provocará que la deuda estadounidense supere el 130% del PIB.
De vuelta a España, toda la liquidez levantada en los mercados se acumulará en forma de deuda, que será el gran reto futuro para el sector público. El FMI prevé que la deuda supere el 120% del PIB y está por ver si su escalada no continúa en los años siguientes, ya que la corrección del déficit se prevé complicada y la recuperación se ha frenado de forma brusca.
El último informe de Fedea, en el que la fundación analiza la evolución de la economía española en la pandemia, recuerda que la deuda pública casi nunca se paga, simplemente se reduce su peso en el PIB. “Quienquiera que haya seguido un poco las cuentas públicas de distintos países sabe que en la práctica la deuda no se repaga nunca”, explican los economistas autores del artículo, Juan Carlos Conesa, Gonzalo Fernández de Córdoba y Tim Kehoe, “la deuda se mantiene bajo control porque el PIB crece más rápido que la deuda”.
Ahora bien, cuando el crecimiento del PIB se produce incorporando factor trabajo, el desendeudamiento es mucho más complicado. Hay dos vías para elevar la producción: aumentar el número de trabajadores o incrementar la productividad de cada trabajador. En el primero, aumenta el PIB, pero no el PIB por trabajador, que fue justo lo que ocurrió durante la burbuja inmobiliaria con la incorporación de mano de obra inmigrante. En este escenario, aumentan los ingresos públicos, pero también los gastos, ya que estos nuevos residentes demandan servicios y transferencias públicas que las administraciones tienen que financiar.
El segundo de los escenarios, el de aumento de la productividad, es el más eficiente a la hora de reducir el peso de la deuda sobre el PIB, porque no requiere un fuerte incremento del gasto público. Este es el gran reto que tiene España por delante. Ya que el aumento de la deuda en la situación actual es imposible, puesto que provocaría una recesión mucho más profunda, necesitará fomentar la productividad para que el crecimiento del PIB vaya recortando el endeudamiento sin necesidad de repagar todo lo que se debe.