Hace un año, Mónica López no habría titubeado al hablar del 2020 como uno de los años más prometedores para el turismo en las Islas Canarias. Vicepresidenta de Grupo Fedola y socia de la Asociación Española de Directivos (AED), sobre sus hombros quedaban más de 1.200 puestos de trabajo. Ahora, apenas 300 trabajadores siguen operativos en las cerca de una veintena de empresas que el grupo gestiona en el archipiélago. “El resto está en ERTE. Si logramos evitar los cierres definitivos es gracias a lo que hemos guardado de años anteriores. También de ese primer trimestre de 2020, cuando el año parecía alentador”. Como ella, miles de hosteleros de toda España afrontan la Navidad contra las cuerdas. La cara más comprometida de la crisis del sector son sus trabajadores. Cerca de 600.000 empleos penden de un hilo y la industria turística busca oídos que respondan a su SOS.
El sector turístico, en su concepción más purista, supone el 75% del PIB de Canarias. Pero las aristas de esta industria llegan a cada rincón del archipiélago. “El desplome de los viajes afecta a los proveedores de alimento, pero también al vecino que vende pinturas. Sin hoteles en marcha, no hay reformas y, sin estas, las ventas se desploman”. Según datos de Exceltur, el agujero que el virus ha horadado en el sector afectó, solo hasta final de verano, a 595.000 empleos. “No queremos mandar a más familias a casa y sin empleo”. El sector no está en condiciones de hacer promesas.
“Nuestras últimas previsiones hablaban de un descenso de actividad de 106.159 millones de euros respecto de 2019... pero el impacto va a ser aún mayor”. José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur, habla sin titubeos. “La situación es dramática”. Y el horizonte de recuperación queda lejos. A día de hoy, el Gobierno aún no ha aprobado aquel ‘Plan de Ayudas’ para cuya elaboración, el Ejecutivo congregó a una comisión de reconstrucción. Zoreda asegura que, desde junio, Moncloa no ha descolgado el teléfono rojo para avanzar en el rescate. “Lo que oferta el turismo no es como vender ordenadores u orinales. Lo que no se vende ahora se pierde”. Y urge. “El sector no necesita más crédito, sino ayudas directas y a fondo perdido que garanticen la liquidez suficiente para resistir”.
El verano dejó un regusto amargo. “Cuando volvimos a abrir nuestros hoteles, creímos que aguantaríamos toda la temporada estival”, recuerda López. No fue así. El virus ya había arrebatado a los isleños buena parte de su Carnaval, uno de los períodos más fuertes de todo el año. “El golpe fue muy duro, pero no nos imaginábamos lo que estaba por venir”. De una semana a una quincena y de esta a un mes. Dieciséis semanas después del primer decreto de estado de alarma, Grupo Fedola levantó la persiana de tres de sus alojamientos. “Nuestra previsión era que habría una segunda curva en invierno, algo que nos dejaba algo de tiempo para remontar”. La temporada se truncó cuando los rebrotes se adelantaron y el turista británico se replegó. El repunte truncó el corredor entre Reino Unido y el archipiélago. “En septiembre cerramos el primer hotel, en octubre otro... ahora solo tenemos uno operativo”. La Navidad no mejora el escenario.
El caso de Tenerife, la isla con mayor tasa de contagios, es el más dramático: “En lo que queda de año, esperamos una ocupación del 8% respecto a 2019”. La caída del flujo de turistas ha generado un efecto dominó. “El turismo no son solo bares y hoteles”. La frase es de Zoreda, pero la sufre José. Desde que muchos alojamientos echaron el cerrojo y los restaurantes funcionan a medio gas, la demanda de ciertas carnes también se ha desplomado. “Al principio de la pandemia tuvimos que vender los corderos a un precio que no cubrían los costes”. La situación no ha terminado de revertirse y los pequeños ganaderos llevan semanas acumulando minusvalías. “Se trata de un producto con fecha tope, si el animal crece más de la cuenta, deja de venderse como tal”. Entre vender a pérdidas o perderlo todo, José optó por lo primero.
Si en agosto los empresarios del sector esperaban una caída interanual de su facturación del 60% para el cuarto trimestre del año pandémico, a finales de septiembre anticipaban un desplome del 78%, según datos de Exceltur. Casi veinte puntos más de caída libre que quedan reflejados en el descalabro de las pymes. Raúl Jiménez gestionaba tres bares antes de la crisis sanitaria, ahora solo trabaja uno. “Cuando cerramos en marzo éramos catorce en plantilla, ahora quedamos cinco”. Uno de sus locales, el pub La Trompa, llevaba cuatro años de trayectoria. “Intenté salvarlo, pero pagando una renta hasta octubre sin poder trabajar... tuvimos que echar el cierre”. La flexibilizacion de los ERTE no llegó hasta bien entrada la pandemia. “Estuvimos completamente parados más de lo debido, no compensaba para cocinar cuatro pedidos a domicilio”.
Desde la patronal de aerolíneas ALA aseguran que el sector, más que funcionar, resiste. “Nos encontramos en modo supervivencia”. El letargo del tráfico aéreo recortó los gastos de estas empresas por encima del 40%, pero el tajo a sus ingresos ha sido aún mayor. “Calculamos una caída, como mínimo, del 65%”. Como en tierra firme, a gran altura tampoco atisban la recuperación. “El año hasta ahora ha sido dramático... y el invierno no se quedará atrás”. Las últimas restricciones a la movilidad, desde los archipiélagos hasta el territorio peninsular, echan por tierra la campaña navideña y refuerza que las compañías aéreas no disfrutarán de los niveles de actividad de antes de la pandemia hasta, por lo menos, 2023.
La vacuna es una luz al final del túnel. Y alumbra tenue. “Solo un 10% de los empresarios sondeados ven la recuperación para 2021. Un 45% la pospone hasta 2022 y otro 45% no la espera antes de 2023”, traslada el vicepresidente de Exceltur. La falta de un plan concreto y específico para el turismo, que, como pronto, se ‘colará’ en el próximo Consejo de Ministros alimenta la incertidumbre y amenaza con cierres definitivos antes de tiempo. “Muchos empresarios del sector ya están consultando a los abogados sobre la posibilidad de pasarse al ERE”. La falta de liquidez es acuciante. España retrocederá a niveles de 1995 en cuanto al PIB turístico. También los ingresos del turismo extranjero darán un paso atrás de 25 años. Y esto en el mejor de los casos, si la vacuna es efectiva y el Gobierno ofrece una respuesta eficaz al SOS de sector.