La distribución de renta en España se aleja del modelo europeo y se acerca cada vez más a la de EEUU, mucho más desigual.
Pol tiene 33 años y vive en casa de su madre. Sus estudios de pedagogía y los más de 10 años de experiencia como formador no impidieron que sus ingresos se desplomaran cuando en marzo de 2020 la vida en España se detuvo. Pol vació su casa y volvió al domicilio familiar que había dejado 12 años atrás. Su historia ejemplifica el último golpe a la clase media en España.
Pero la decadencia del grupo más numeroso entre la población española viene de mucho más atrás. Desde el año 2000 (su punto más elevado) hasta la actualidad el porcentaje de gente que pertenece a la clase media ha bajado 8 puntos porcentuales, al pasar del 66% a algo menos del 58% (sumando la franja alta y la baja). El estrato con menos ingresos, en cambio, ha crecido siete puntos desde entonces, hasta situarse por encima del 32%. Hoy, el porcentaje de personas que pertecen a la clase media se sitúa a niveles previos a los años 90 y, aunque todavía no hay datos para 2020, la crisis del coronavirus amenaza con prolongar esta tendencia y ampliar la brecha de la desigualdad en España.
El concepto de clase media es controvertido: según el CIS, más del 70% de los españoles se identifica con este término a pesar de que sociólogos y economistas tienen una aproximación distinta a lo que significa pertenecer a ella y ni si quiera existe un consenso dentro de cada rama.
Debates académicos al margen, uno de los marcos comunes más reconocidos es el que utiliza la OCDE y que entiende que pertenecen a la clase media las personas cuyos ingresos se encuentran entre el 75% y el 200% de la mediana del ingreso disponible, una métrica que establece el valor medio del conjunto de la sociedad. Traducido en euros esto agrupa en España a las personas cuya renta oscila entre los 11.200 y los 30.000 euros anuales.
Los intervalos atribuidos a cada rango no son ningún caso un indicador de los ingresos por persona sino que son el resultado de sumar los ingresos de un hogar y dividirlos por el número de miembros que viven bajo el mismo techo. Esta clasificación de clase media, basada en porcentajes según la renta mediana, engloba tanto la clase media baja –entre 11.200 y 20.000- como la clase media alta – hasta 30.000-. Por debajo del umbral de 11.200 se encuentra la clase baja y por encima de 30.000 la clase alta.
Si algo caracteriza los países europeos con un sistema del estado del bienestar fuerte es el elevado porcentaje de clase media baja respecto al resto de estratos. Y que en todos ellos, esta es superior al porcentaje de clase baja. Según los datos procesados por el grupo de investigación WEIPO de la Universidad de Alcalá, como más igualitaria es una sociedad, más amplio es el grupo poblacional de la clase media baja.
Cuanto más igualitaria es una sociedad más amplio es el grupo poblacional de la clase media baja
El país europeo que rompe con este patrón es España, que no solo tiene el porcentaje más bajo de clase media baja sino que además en 2014 –como consecuencia del segundo envite de la crisis de 2008- vio como el porcentaje de personas de clase baja superó por primera vez en la historia la proporción de personas con rentas medias bajas.
Aunque en 2017 estos dos grupos poblacionales se equipararon, España sigue estando por debajo del conjunto de estados europeos. Esto es especialmente preocupante porque una proporción mayor de clase baja –del 0 al 75% de la mediana de ingresos- también implica una proporción mayor de personas bajo el umbral de la pobreza, que se sitúa en el 60%.
Olga Cantó, profesora de economía en la Universidad de Alcalá que ha dedicado la mayoría de su carrera a estudiar las claves del bienestar económico en países ricos, explica que “la pérdida de capacidad adquisitiva de la clase media hace que la estructura de distribución de la renta de España cada vez se parezca más a la de Estados Unidos, que es mucho que más desigual, que a la del resto de países europeos”.
El impacto de la Covid en las rentas todavía es difícil de medir porqué los datos llegan con mucho retraso pero Cantó defiende que “la inseguridad económica y las dificultades para llegar a final de mes alcanzan posiciones de la renta más altas que en otros países”. “Ya está habiendo un efecto regresivo de las economías familiares que afecta, sobre todo, a las clases más humildes” concluye la investigadora.
Aún es pronto para evaluar los datos sobre la Covid, pero los expertos auguran importantes efectos
En este sentido el encarecimiento de los servicios básicos como la sanidad y la educación –debido a los recortes que precedieron la crisis- y el incremento del precio de la vivienda hacen que cada vez exista una mayor diferencia entre las economías familiares del rango más empobrecido y las del rango más rico.
Según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida para el 2019, los hogares con rentas más bajan se gastaron más del 60% de sus ingresos en vivienda, suministros y comida. En cambio las rentas más altas estas partidas solo alcanzaron el 37% de su presupuesto y, en cambio, pudieron dedicar parte de sus ingresos en educación, sanidad, cultura y restaurantes.
La vivienda, los suministros y la comida representan el 60% del presupuesto de las familias más empobrecidas y el 37% del de las más adineradas
Esta diferencia, a la larga, acentúa las diferencias entre clases sociales. Rafael Feito, catedrático de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, señala que el empobrecimiento de la clase media también pone en riesgo el pacto social. “La estabilidad social implica que hay una mayoría de población que tiene buenas condiciones de vida, si esta desaparece también se pone en riesgo este ecosistema”.
En este sentido las medidas sociales se convierten en un factor clave, y todavía más en momentos de crisis, para amortiguar el golpe económico a las familias e impedir que la recesión acentúe la brecha de la desigualdad.